• lunes 22 de julio de 2024 - 4:05 PM

Un viaje a la injusticia del mercado

Elizabeth Náutica, una madre panameña que vela por la alimentación de su familia, se embarca cada fin de semana en una travesía que, lejos de ser un paseo de compras, se ha convertido en una odisea de desilusión. En su búsqueda por productos frescos y a buen precio, Elizabeth recorre los pasillos de Merca Panamá, un mercado que, en teoría, debería ser el paraíso de los consumidores conscientes. Sin embargo, la realidad es otra: suponen una oferta de calidad y precio que se desvanece al enfrentarse al abuso de los intermediarios.

Cada sábado, Elizabeth despierta con la esperanza de encontrar lo que necesita, pero esa quimera se rompe al llegar al mercado. En vez de la eficiencia y la variedad que imagina, se encuentra en una lucha constante por hallar productos frescos a precios razonables. Como una buscadora de tesoros, Elizabeth navega entre puestos, sorteando la especulación y el engaño, solo para descubrir que cada vez es más difícil conseguir su objetivo.

El problema radica en la comercialización intermediada, donde los precios se inflan hasta un 200 o 300 por ciento. Los intermediarios, en su afán de ganancias rápidas y fáciles, exprimen tanto a productores como a consumidores. Los agricultores, los verdaderos pilares de nuestra alimentación, reciben migajas por su arduo trabajo, mientras los consumidores, como Elizabeth, se ven forzados a pagar precios exorbitantes por productos que deberían ser accesibles.

En un sábado cualquiera, Elizabeth pasa tres horas bajo el sol abrasador de Merca Panamá. La frustración crece a medida que nota los baños públicos cerrados y los vendedores con precios uniformes. La promesa de una libre oferta se desvanece en un monopolio disfrazado. No le queda otra opción que comprar, rendida ante un sistema que no ofrece alternativa. Los costos, irónicamente, resultan ser iguales o incluso superiores a los de los supermercados.

En un país donde la alimentación debería ser un derecho accesible, esta situación es inaceptable.

En un sábado cualquiera, Elizabeth pasa tres horas bajo el sol abrasador de Merca Panamá.
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