• viernes 29 de mayo de 2015 - 12:00 AM

SALMO 27:10 “Aunque mi padre y mi madre me abandonen…”

Crecer sin padre ni madre abrió unas heridas en mi corazón que sólo Cristo pudo sanar

misión: ¿Te acuerdas de aquel juego de ronda que decía, ‘pobrecita la huerfanita, que no tiene ni madre ni padre, la echaremos a la calle a llorar su desventura'? Aunque sólo era un juego, de niño aquel corito me entristecía, pues había perdido a mi padre, y me criaba con mi abuela. Crecer sin padre ni madre abrió unas heridas en mi corazón que sólo Cristo pudo sanar. ¡Y esa es una buena noticia que te quiero compartir! No hay herida, dolor, angustia, enfermedad, soledad, resentimiento, amargura, en fin: no hay nada que Jesús no pueda sanar con Su medicina preventiva. Y hablo de medicina preventiva, pues el Señor prometió: ‘he aquí que Yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad'. ¡Esa paz, esa verdad, esa medicina, esa cura, ‘aquel Verbo se hizo hombre, y habitó entre nosotros', vive, está vigente y accesible para todos desde hace unos 2 mil años! ¡Es Jesús! No arrastres más esa pena, ese dolor, esa angustia, esa vieja falta de perdón que te amarga y enferma: ven a Cristo, pues la Escritura dice que aún ante la situación extrema de que ‘tu padre y tu madre te abandonen, el Señor te recibirá en Sus brazos'. ¡Y es cierto! Los brazos de Jesucristo te esperan para sanarte, alegrarte, darte paz y ‘vida en abundancia'.