• viernes 03 de enero de 2025 - 12:00 AM

Resentimiento social

Comienza el 2025 y los males que aquejan al país continúan intactos y sin avisos de mejoras tangibles, más allá de la fe y la esperanza características de los optimistas. Las bases de un desarrollo sin diseño hacen de Panamá un país a la deriva de los vaivenes de la política local y de los efectos de lo que ocurre en otros lares, haciendo que su estratégica posición geográfica compense la ausencia de planificación en sus políticas de Estado.

Sin duda, Panamá sufre o ríe en función de lo que se toca en el concierto internacional, haciendo que su actividad económica dependa de una clase de audaces emprendedores que se adaptan a los entuertos del sistema, en su mayoría extranjeros que ven en Panamá un nicho de oportunidades, que muchas veces los nacionales no logran ver.

Por su parte, la clase acaudalada del país redirige sus esfuerzos en mantener un sistema burocrático que les permite acceso al presupuesto del Estado para mantener sus niveles de vida, mientras aturde con un mazo a cualquier igualado que se asome o pretenda hacer lo mismo. Es precisamente esa doble moral la que hace que un mismo hecho sea negocio para unos y corrupción para otros.

El país atraviesa una profunda división social, donde los extremos estiran la paz social hasta sus límites, provocando una tensa calma que aligera la percepción de los gobernantes de turno con relación a la tolerancia de la población, sin entender que la cuerda está a punto de romperse. No hay que ser un genio para saber que la calle no está para humanos y que no faltarán excusas ni temas para un estallido social como el de 2023.

Los efectos de este jaloneo ya se sienten en la economía, al tiempo que la moral de la gente se resiente con los constantes desplantes, como el de la celebración elitista de los 25 años del Canal en manos panameñas.

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