- sábado 03 de noviembre de 2012 - 12:00 AM
Reflexiones del Día de los Difuntos
Ayer, en el Día de los Difuntos, vino a nuestra mente el recuerdo de los seres queridos que compartieron con nosotros toda clase de momentos, pesares, trabajo, angustias y éxitos. Revivimos su presencia perdida para siempre y rendimos un homenaje de amor y sinceridad a su memoria.
Ayer fue bueno para hacer un alto en la constante lucha que libramos por la existencia y pensar en lo efímera, pasajera y contradictoria que es la vida humana sobre la tierra. Está llena de problemas, dificultades e injusticias; y esa meditación nos lleva a los grandes problemas del espíritu y concluimos que en el más allá, no habrá lugar para tanta dureza, maltratos, acoso laboral, persecuciones, mentiras, traiciones y dolores de este mundo cruel. La muerte es implacable y no perdona, ella cae sobre nosotros como han caído los pueblos, las civilizaciones, los imperios, los hombres más ricos y poderosos, los reyes, príncipes y gobernantes. Así como cayeron los muros de Jericó.
Cada día que pasa nacen nuevos seres humanos, con otras oportunidades, y el mundo avanza hacia la perfección para salir de la miseria y la tortura. Y es así como cada persona va aportando su contribución a esa construcción de un mundo mejor, más justo, en donde haya espacio para todos y dejar algo bueno en nuestro recorrido por esta tierra.
La mayoría del pueblo panameño es cristiano y conmemora de manera especial este día de duelo y meditación, frente a las losas frías de las tumbas silentes que guardan los restos de los seres amados que no veremos más, que se han marchado para siempre de nuestro lado y entonces, con lágrimas en los ojos, con dolor profundo, con el grito prendido en la garganta y con manos suaves y tristes, colocamos un ramo de flores, las cuales también se marchitarán, porque tienen un periodo corto como la vida misma.
Debemos reflexionar sobre nuestras actuaciones, y arrepentirnos del daño y dolor que ocasionamos a nuestro prójimo; porque la vida es breve, fugaz, y muchas veces nos sorprende sin darnos la oportunidad de sentirnos en paz con nosotros mismos y con el Cristo de la gloria. Todas las posiciones y cargos en esta vida son transitorios y pasajeros y debemos renovarnos en el bien para eternizarnos en el recuerdo.
La tragedia de la Ley 72 es digna de una reflexión seria y profunda por parte de los altos funcionarios del Estado, para que eliminen la prepotencia, el abuso, las mentiras, el juegavivo y burlas contra el pueblo panameño, debido al saldo sangriento, macabro y de muerte de cuatro panameños, entre ellos niños, heridos y destrozos materiales que nos han hecho retroceder y deteriorar la democracia y la convivencia pacífica de todos.
* CATEDRÁTICA UNIVERSITARIA