- martes 03 de enero de 2017 - 12:00 AM
¿Prosperidad para mí y dolor para el mundo?
Muy afortunado me sentí estos días, por los regalos y las palabras halagadoras recibidas de amigos y parientes, y hasta de gente que ni siquiera conozco. En esencia, el deseo de vivir en una sociedad justa, en un mundo en paz y amor, con derecho a muchas mañanas dignas y promisorias, es la aspiración colectiva que se exterioriza en esta fecha.
Es un error creer que con altisonantes ritmos navideños y mesas rebosantes de comida, se agradece de la mejor manera las bendiciones recibidas. Vivir de espaldas ante las zozobras que padecen miles y miles de inocentes, por guerras y luchas de poder, puede (más bien) convertir la ocasión, en una pesadilla.
Contribuye mucho a la paz, el clamor permanente de las mayorías. Desmerita todos nuestros logros personales, sin el interés sincero en mejores días para nuestro prójimo. Tan elemental pensamiento es capaz de desatar una fuerza de tal magnitud, que derrumbaría esos muros artificiales de indolencia e indiferencia, que poderosas maquinarias ideológicas han sembrado en nuestro pensamiento.
No es momento de compartir lo que me sobra, sino anhelar aquello que a todos nos falta. Asistir a misa el último día del año, o pagar el cuestionado diezmo, no disipará el impacto negativo del egoísmo en nuestra vida. Ocurre que mientras más gastamos, el poderoso se enriquece hace más rico, y nada nos satisface. Y viene un nuevo año, y se huele en el ambiente, que las cosas no cambiarán. Sabemos que nos espera un largo año de lucha, en medio de un mundo que se despedaza.
Siento vergüenza por aceptar que ese sea mi destino. No quiero ni puedo centrar mi mirada en mi plato para evitar ver las desgracias ajenas. Hoy quiero sentirme molesto porque tolero las injusticias, porque me hago el desentendido ante el desastre que a nuestro alrededor ocurre, porque me convencieron de que mis problemas son los que importan.
Feliz Año Nuevo, y lo deseo de corazón, tanto para aquel que nada tiene como al que le sobra, y para el que tiene sus sueños cumplidos como al que se siente derrotado, sin empezar la pelea.
Abogado