• viernes 01 de noviembre de 2013 - 12:00 AM

El poder y la riqueza obsesionan al hombre

En todas las épocas el hombre se ha obsesionado por el poder, riquezas, bienes materiales y esa obsesión los ha endiosado con satisfacci...

En todas las épocas el hombre se ha obsesionado por el poder, riquezas, bienes materiales y esa obsesión los ha endiosado con satisfacción, vanidad y orgullo; se han sentido importantes e indispensables para todos. Pero la obsesión es una especie de cárcel que envenena, enferma, es un vicio, un mal duro de remediar que puede conducir a las profundidades del abismo y al tormento permanente en el infierno.

Cuando los hombres se obsesionan por las grandezas de este mundo terrenal su corazón se alimenta del lujo, la abundancia y de las cosas preciosas y no dejan espacio para Dios, la bondad, solidaridad y amor hacia el prójimo. Judas amaba tanto el dinero que su corazón sólo tenía espacio para la avaricia, no para Dios, quería el dinero que se le daba a guardar y esa obsesión por las pesetas lo condujo a comprometerse con los peores enemigos del Hijo de Dios; por eso cuando lo vendió preguntó ¿Cuánto me pagan por entregarlo? Cobró y luego arrepentido se ahorcó.

Siendo la vida pasajera y tan segura la muerte, quienes ostentan el poder deben volcar su corazón hacia los más necesitados, hijos humildes del pueblo, quebrantados que sufren violencia y viven electrizados por la miseria, sufren hambre, residen en barrios de emergencia entre aguas servidas, olores nauseabundos y moscas, conviviendo con los murciélagos, cucarachas, alacranes y ratas inmundas. Duermen en casas brujas desafiando todo peligro, sin luz, agua, ni servicios higiénicos o letrinas; tienen la piel curtida de caminar y tomar sol para ir en busca de agua. Los pobres que tienen que vivir oliendo a oso viudo porque no tienen dónde bañarse, aquellos que pierden lo poco que tienen por las inundaciones o por el fuego devorador, gente que invaden propiedades privadas y luego son lanzados para que vivan como animales a la intemperie. La obsesión de los poderosos debe estar dirigida a resolver estos problemas tan delicados y penosos que viven las grandes mayorías de la gente humilde en nuestro país.

Salomón fue el hombre más rico de todos los tiempos y su historia cuenta que fue el más grande de los reyes de la tierra por sus riquezas y sabiduría. Él pidió a Dios un corazón prudente para poder gobernar bien a su pueblo, ser justo, distribuir entre los más necesitados y poder discernir entre el bien y el mal. Fue un extraordinario dirigente, a quien Dios bendijo de manera especial, pero cuando murió nada de sus riquezas pudo llevarse, sólo la satisfacción de haber cumplido con la equidad y la justicia para con sus semejantes, sobre todo, con la grandeza de Dios… ¡Salomón, un ejemplo para estos tiempos!

* DOCENTE UNIVERSITARIA

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