La película de sus vidas parece correr a mayor velocidad y eso se debe en gran parte a la tecnología; sin embargo, la esencia de la niñez debe ser preservada a toda costa permitiendo que el aprendizaje vaya de la mano de la diversión para que la proximidad a la siguiente etapa vaya cargada de experiencias y no de traumas; y que sus recuerdos sean extraordinarios y no cortapisas a la sana imaginación, ideal en su formación como seres humanos extraordinarios.
En este tercer domingo de julio, reflexionamos y celebramos el Día del Niño y la Niña, establecido mediante la Ley 56 del 15 de diciembre de 2004, creada a la luz de exaltar la importancia de este grupo de la población, reflejo del futuro de la humanidad.
Y es que el foco de atención debe estar permanentemente en el bienestar de niños y niñas, dada la vulnerabilidad que representan, por sus edades, condiciones socioeconómicas, y aún por limitaciones físicas e intelectuales.
Los adultos somos los llamados a velar por ellos, respetando sus derechos humanos, haciendo valer el sentido legal que les ampara; y propiciando en familia armonía, unidad y felicidad.
También deben ser sujetos y objetos de bienestar, en salud, educación, acceso a infraestructuras y espacios de esparcimiento, lejos de maltratos, peligros y temores, que desdibujen sus sonrisas y desmejoren su calidad de vida. Nuestros niños y niñas se merecen todo lo mejor del mundo hoy, mañana y siempre!!!.