- miércoles 11 de diciembre de 2024 - 12:00 AM
Siria es uno de los países más pobres. El ingreso promedio de una persona al año es inferior a los 400 dólares. En Panamá, es superior a los 19.000. En ambos casos, hay sectores a los que no les llega nada. En Siria, es pésima la calidad de vida, una de las peores del mundo.
Más del 50 % de la población de este país del Levante mediterráneo, que cuenta con 21 millones de habitantes, ha tenido que huir. La guerra civil, que empezó hace 13 años, en principio, ha concluido en estos días con el derrocamiento del presidente Bachar al-Assad. De esa cantidad, 5 millones han huido del territorio de este país, que tiene una extensión de 185.000 kilómetros cuadrados, dos veces y media la de Panamá.
Entre ejecuciones extrajudiciales y personas reprimidas y perseguidas, se calcula que han muerto más de 600,000 personas, por represión en estos 13 años. Esta etapa representa la parte final de una dinastía de más de 50 años, iniciada por el padre de Bachar, Hafez al-Assad. A diferencia de Gadafi, abatido en 2011 durante enfrentamientos, al-Asad se ha asilado en Moscú, que lo protegerá de una retahíla de crímenes.
El poder está ahora controlado por rebeldes radicales. Las fuertes acciones de estos rebeldes, que se organizaron bajo una coalición, tomaron por sorpresa al poder y sus destacamentos militares. La revolución culmina un proceso que comenzó con los destellos de la Primavera Árabe en Siria, transformándose en una guerra civil intensa, compleja y profunda, marcada por la intervención de diversas organizaciones y potencias imperiales como Rusia, Estados Unidos y Turquía. Su conclusión ha sido inesperada, sorprendiendo incluso a los observadores y a las potencias involucradas.
Habrá un poder interino controlado por Mohamed al-Bashir, designado por los autores de la revuelta y los rebeldes que lideraron el derrocamiento del gobierno. En esa guerra fratricida hubo ataques químicos, crímenes de guerra, todo bajo un telón de miseria y corrupción.
Las condiciones de vida son inadmisibles. La tragedia de los mártires y migrantes recibe poca atención, ya que el foco está en las luchas entre las potencias imperiales.