Se ha perdido el sentido común. Quien lo halle se ganará un viaje a conocer al rey de Donoso.
En momento crucial, uno piensa que debe primar o prevalecer la comprensión rápida e intuitiva de cada situación, a partir de aquello que nos indican los demás sentidos.
Es una comprensión rápida, pero no furiosa ni iracunda.El sentido común: no conoces el alfabeto, pero sabes que no es complicado tener hijos.
La metodología muy antigua es efectiva y nos ha llenado el planeta de humanos, humanoides y zombis. Se vaticina que bajará el nivel de las aguas actuales con el decrecimiento de las tasas de natalidad.
Para atender cualquier enredo, primero verificas qué dice la Constitución, después la convención, la ley, el decreto y cuanta parafernalia, en ese orden, es posible para resolver aquello en cuestión.
En nuestro pago, es deporte extremo no considerar la Constitución para la toma de decisiones. Verbigracia; contrato con Quantum, alias Minera Panamá.
Ningún jurisconsulto que lo manoseó atisbó el buco de ilegalidades. En noviembre, la Suprema desgranó 25, aunque un amigo que se las sabe casi todas calcula que fueron 32. Número mágico de la Constitución EUA, que tiene 32 artículos y enmiendas.
Ese contrato con llave de enclave colonial es una montaña de inconstitucionalidad.Con el mulinazo, acuerdo de habilitación del delfín del escondido expresidente, los magistrados del Tribunal Electoral nos retrotraen a las jornadas legislativas de imposición del contrato maldito.
¿Por qué los tribunos de la avenida Omar no abrieron la Constitución antes de asestar el mulinazo? Ni siquiera consultaron el Código de Sentido Común. El sentido común, deben haberles dicho a los tribunos sus abuelas, orienta hacia una manera de pensar, actuar o razonar que no requiere de una reflexión previa.
Cuando anidaban el contrato y ante la advertencia de ilegalidades, diputados ladraban: “Que la Corte decida”. ¡Qué coraje! El juegavivo nos supera y ese discurso se afirma.
Irrespetar y violar la Constitución es una nueva doctrina. Paténtenla.
