El sábado por la noche, la alcaldesa de Arraiján demolió el monumento que honraba la cultura china, ubicado al otro lado del Puente de las Américas. Las reacciones, tanto del gobierno como de la sociedad en general, no se hicieron esperar. Voces que no se escuchaban desde hace mucho tiempo salieron a las redes sociales a pedir la cabeza de la alcaldesa.
Fueron horas de debate en las plataformas digitales y la funcionaria prometió construir un nuevo monumento en el mismo sitio. La pregunta es: ¿con dinero de su bolsillo o con fondos municipales? ¿Puede disponer ahora de los recursos de la comuna para reparar el daño cuando el distrito arrastra tantas necesidades urgentes?
Hay quienes consideran que esta promesa fue una salida apresurada para intentar salir del atolladero en el que se metió y que, lejos de ayudarla, le está restando capital político a todo el grupo de independientes.
Los representantes, que hasta cierta fecha la respaldaban en otras decisiones, se lavaron las manos mediante un comunicado en el que aseguraron que no fueron consultados para esa maniobra.
Pasan las horas y la gente sigue más interesada en el futuro de la obra. Pero, como es clásico en el panameño, ahora se ha formado un tranque prolongado en ese punto, ya que los conductores bajan la velocidad para mirar el solar.