El 01 de diciembre celebramos el Día del maestro, en homenaje al natalicio del insigne Maestro José Manuel Hurtado. Hoy son justos y merecidos los elogios a los obreros de “la tiza y el pizarra”, al considerar la gran importancia de su oficio en el desarrollo cultural, social y económico de Panamá.
El proceso de llevar educación a todos los rincones del país, ha sido un proceso lento y tortuoso. La Panamá independiente nace con una educación en ruinas, llegando de a poco a reconocerla como un derecho social fundamental, y posteriormente como un derecho humano. En la actualidad, la población estudiantil va en permanente crecimiento, y en consecuencia, aumentan sus exigencias presupuestarias.
Con todo y eso, seguimos atados a una educación enciclopédica, que llena al estudiante de conocimientos, pero no desarrolla su pensamiento crítico, impidiéndole comprender “el porqué y el para qué” de la importancia de la educación. Las respuestas a estas preguntas, darán el nivel de la formación del estudiante, en su elevado sentido individual y cívico.
Algo anda mal en nuestra educación y las autoridades educativas y los docentes lo reconocen. Con ello, el esfuerzo familiar y en entusiasmo de niños y jóvenes por ir a la escuela, muy pronto se transformará en decepción y luego en deserción. Es como que si el compromiso de los gobernantes y educadores se cumpliera satisfactoriamente, para unos, manteniendo abiertos los centros educativos, y para los otros con “dar clases”.
Cada año salen a calle miles de graduandos, con la mente y el corazón llenos de ilusiones a buscar su espacio en la sociedad, encontrándose con la sorpresa que las puertas de las oportunidades se les estrechan, pues su preparación y formación no complacen las exigencias del exigente mercado laboral.
Ante este desgarrador panorama, los educadores deben tomar la batuta, pues una sociedad que no visualice el riesgo de no preparar la mente y el espíritu de sus relevos generacionales, simplemente tiene los días contados. No aceptamos que los índices de criminalidad juvenil, y hasta la tolerancia a la corrupción, sean la respuesta de jóvenes frustrados rechazando el crecimiento a base de méritos y valores morales.