La Universidad de Panamá, orgullo y patrimonio del pueblo panameño, ha sido escenario de importantes batallas en defensa de la soberanía y los intereses nacionales.
Lamentablemente, bajo sombra de la reelección perpetua, algunas autoridades con hasta 25 años en el puesto han considerado erróneamente ser los dueños de la institución, usurpando un poder que, por derecho, pertenece a la colectividad. Han adoptado una postura como si a una herencia divina le debieran su control sobre la universidad, olvidando que su mandato es efímero y que, inevitablemente, tarde o temprano deberán rendir cuentas.
Recientemente, la manera deshonrosa en que han despojado a los trabajadores de los derechos esenciales en su convención colectiva es un claro ejemplo de esta desconexión.
El menosprecio y humillación del Consejo Administrativo a los trabajadores dañan la esencia de la universidad en materia de respeto a los derechos humanos individuales y colectivos.
Recordemos que el conocimiento sin empatía engendra tiranía, confiamos en que llegará el día en que la justicia, y el conocimiento aplicado con empatía prevalecerá, corrigiendo las injusticias perpetradas y guiando a la Universidad de Panamá hacia un futuro donde se devuelva a sus legítimos propietarios: el pueblo panameño.
