Entre los ímpetus que fortalecen el corazón del hombre, ocupa un lugar supremo la codicia.
La avidez de atesorar riquezas y poder le resta toda franqueza al ser humano. Jesucristo lo pronuncio atinadamente: “Donde tienes tu tesoro , ahí tienes tu corazón .”
La historia de la humanidad registra varios asertos: la grandeza anida junto a la avaricia; el generoso ha sido siempre un atributo de los grandes y el ser avaro, defecto de los mezquinos.
Los magníficos gobernantes se distinguen por su generosidad en campañas para encontrar el voto y ser elegidos. Y los que los guían llevan en el pecho el ansia de amontonar fortunas. Como dice Borges, el tiempo lo dice todo, llegan a recibir el repudio general del pueblo, tan pronto ponen de manifiesto su avara condición.
El hombre de rapiñar es el avaro. Significado de una administración sea buena o mala según le favorezca las ansias de acumular fortuna solo para él y sus familias.Voltaire estampó a estos seres con un axioma tan ardiente como cierto: “El que cree que el dinero lo hace todo, está dispuesto a hacerlo todo por dinero.”
Ni siquiera el honor o la integridad de la nación logra detener a una persona que está obsesionada con hacerse rica. Tras todo evento patricida, tras toda traición, hay siempre un roñoso. Siempre existe el hombre que busca sus propios intereses personales y no el bien común, para el desarrollo de su país.