El oficio de clown, en el fondo, según el psicoanálisis, refleja una falta de asertividad en el carácter. Este rasgo es el origen de su zalamería y su tendencia a ser adulador. Como individuo se siente desvalorado, pero, al mismo tiempo, es ambicioso. Para alcanzar sus objetivos, se adhiere a figuras poderosas, como una rémora o una planta parasitaria. Esta contradicción lo convierte en un sujeto masoquista, capaz de tolerar situaciones desagradables con tal de existir. Su ambición le permite sobrevivir, sin importar si debe arrastrarse para lograrlo.
Actúa como si estuviera en el universo o el planeta de hace 900 mil años, donde la humanidad permanece atrapada en un feudalismo servil, como un esclavo de los siglos IX al XII. En este mundo, su nivel de conciencia no ha evolucionado, y se encuentra sumido en un estado de esclavitud, tolerando la humillación y el maltrato como parte de su existencia.
Es el masoquista que no solo va más allá del ámbito sexual; es una manifestación de una profunda baja autoestima que le lleva a aferrarse al poder o al “señor feudal”. Para él, esta figura representa la seguridad y el estatus que siente inalcanzable. Así, actúa como rémora o planta parásita, buscando sobrevivir a través de la dependencia, convencido de que su valía está ligada a la benevolencia de sus opresores.
Este procedimiento está enquistado en lo profundo de su psique y no es fácil de estudiar. No obstante, puede ser investigado por disciplinas como la antropología, la psiquiatría, el psicoanálisis, la antropología social y la psicología social. Mientras los especialistas se ponen de acuerdo, y a pesar de vivir en una época con numerosas herramientas, incluidas las tecnológicas, el diccionario ya ha dado una pista de este comportamiento al denominarlo “lameculus”.