Algo preciado en la vida es justamente la vida. La que te dieron y la que das. Sin embargo, las condiciones de vida suelen resultar tormentosas, desequilibradas e injustas, muchas veces, por múltiples razones, llegando a afectar salud, emoción y razón. Por estos días, el descaro y la impunidad cubren la atmosfera.
El cielo se torna gris, con tonalidades profundas de oscuridad y se hace acompañar de hedor, de picor, de dificultad visual, de tos contìnua, de malestar general. La quema, indiscriminada y criminal, de masa vegetal reduce la calidad de vida. ¿Y los culpables?. Se los lleva el viento, el hollín y el humo denso porque tras las rejas, nadie.
La quema de herbazales, en estación seca, es frecuente. Sin embargo, habría que ahondar más sobre las verdaderas causas. Noticia resultó la nubosidad que se apoderó recientemente del Corredor Sur, y las secuelas continúan, producto de aquel intenso fuego. El daño ambiental de flora y fauna es elevado, con afectación al suelo y fuentes hídricas; y por supuesto, las consecuencias negativas al sistema respiratorio. Ni hablar del impacto a nuestros bomberos y bomberas.
Cabe entonces la investigación profunda de estos hechos, que para la ciudadanía apunta a mano criminal que enciende la llama y provoca caos de dimensiones insospechadas. El daño al ambiente es irreversible. Muchos niños y adultos mayores enfrentando dificultades respiratorias. ¡Basta ya!.
