Debería ser la imperiosa orden de la ciudadanía al Ministerio Público y a todas las autoridades competentes que, por mandato de la Ley, deben perseguir todos los delitos.
La desaparición de 600 vigas ha golpeado fuertemente los restantes cimientos de credibilidad y confianza existentes en nuestra población.
Las sucesivas revelaciones sobre el desastre perpetrado por la empresa criminal conjunta, que desgobernó desde el 2019 hasta el pasado 1 de julio, han puesto de manifiesto cuán capaces fueron de robar sin límites ni freno alguno, con la militante complicidad de los principales responsables del Órgano Judicial y del Ministerio Público. Sumado ello a la rampante impunidad que no cesa.
Con el tema de las vigas, precedido de los “auxilios económicos” y de las costosas perforadoras, además de las botellas y garrafones, la población panameña ha comenzado a mirarse en el espejo de su realidad.
Las reacciones que se multiplican en comentarios, artículos, memes, caricaturas, jingles, exteriorizan el creciente resentimiento, desasosiego y malestar que choca con la esperanza de mejores días y de calidad de vida.
Las 600 vigas desaparecidas revelan el alto grado de organización para robar sin asco. Son los mismos que tempranamente desde 1968, han asaltado el erario y engañado a los que se dejaron engañar. Lo grave es que, en gran medida, siguen gobernando gracias a la Constitución impuesta y al consumado camaleonismo que los caracteriza.
Hoy, cobra vigencia la enseñanza de Milán Kundera: “La lucha contra el poder, es la lucha de la memoria contra el olvido”. Por eso es prohibido olvidar, pues ¡nos volverían a engañar!