- martes 05 de abril de 2011 - 12:00 AM
El elogio de las conspiraciones
Todos los tiempos han tenido la marca de las conspiraciones. Entre los episodios históricos resonantes se registran triunfos de conspiradores. Jesucristo tuvo los suyos, Napoleón experimentó dicha, al decapitar, confinar o desterrar a muchos. La historia de la imperial Roma está plagada de esos complots, y varios de sus jerarcas fueron derrotados, producto de esas conjuras. ¿Qué dictadura o sistema autocrático no genera conspiradores? Los produce, implícitamente, la motivación libertaria, y el ideal democrático les da sentido y legitimidad. En todos los procesos pro-independentistas de Hispanoamérica hubo grandes conspiradores; las gestas separatistas istmeñas no excluyen esos afanes. ¿Acaso aún no se habla con grandilocuencia de los conjurados de 1903? Sí, cada uno de nuestros próceres llevaron a cabo roles de conspiradores. Dada la República, es larga la lista de conspiradores y de conspiraciones.
Conspirar es una labor casi congénita de los que están en el poder y de los que sueñan con tener espacios de poder. Más allá de los que militan en partidos políticos, hay toda clase de persona que se envuelve en actos conspirativos. Usted quizás ni los imagina, pero yo, en corto tiempo, he visto tantos, sobre todo cuando estuve como asesor del Consejo Nacional de Seguridad del Estado. Hablar de conspiraciones como algo nunca antes visto o como algo que nos deja con la boca abierta, repletos de reproches y de supuesto asco, es también una demostración de ignorancia histórica, ya sea fingida o de esas que se connotan charlatanamente .
Conspiran los que conspiraron, pero también conspiran los que luego critican las conspiraciones. Se trata de una perfecta conjugación proactiva del verbo conspirar: yo conspiro, tú conspiras, él conspira, ellos conspiran, nosotros conspiramos. A fin del cuento, todos conspiramos. En las estructuras de las conspiraciones se dan todo tipo de atorrancias y elementos para justificaciones de trasfondo, unas son altruistas, libertarias, y hasta las hay baladíes, estúpidas y chistosas.
En las conspiraciones de moda, puede haber reclamos de dineros antes cobrados en conceptos de honorarios o favores, heridas de amoríos secretos que fueron ocasionales y egos lacerados. Mucho show los ronda, teatros histriónicos, mediciones de fuerzas y pases de facturas. En semejante ambiente, hay instituciones que se pisotean y así las van impulsando un poco más al despeñadero. Pero esto no les importa, pues lo importante es a punta de sus conspiraciones, meterse en alguna rosca. Así de simple.
EL AUTOR ES ABOGADO