A pesar de que sabemos que los gobernantes no cumplirán sus promesas de campaña, seguiremos votando. Este drama continuará repitiéndose, sin importar que esas dosis de frustración aplicadas, debilitando la confianza en la democracia y en el espíritu nacional, convirtiéndose en utopías el destino de bienestar y progreso que todos anhelamos. A este ritmo, hasta los más optimistas afirmarían que la sociedad panameña viene dando muestras de fatiga anímica, que ponen en riesgo la existencia de la propia Nación.
Cuando colocamos a nuestros jóvenes “en el ojo de esa tormenta” política y social, es de terror cualquier pronóstico sobre su futuro. Pero, a pesar de que todo anda “manga por hombro”, seguimos martillando en la mente de nuestros jóvenes que “todo es posible con esfuerzo y disciplina”. Es innegable la fuerza motivadora de esos valores, capaces de llevar a nuestros jóvenes a soñar en grande; a hacer sacrificios para educarse, para más adelante, lograr una oportunidad de trabajo, en el cada vez más escaso mercado laboral panameño.
Como todo joven, sueñan con llevar una vida independiente, dejando sentado ante sus padres y madres en tono de desafío, que están listos para asumir las responsabilidades y compromisos de la vida adulta. Sin embargo, a los políticos no les importa el desastre que han provocado, ni tampoco las adversidades que los jóvenes afrontarán. Ellos sólo importan como votantes, problema del que llegado el momento, se encargarán sus publicistas.
De hace rato los sueños de superación de nuestros realización personal vienen chocando con una realidad con sus salarios de hambre y con pocas posibilidades laborales. El valor de la vivienda anhelada la hace inalcanzable, y los bancos son su única opción. Con algo de suerte, quedará atrapado en una deuda a largo plazo, sabiendo que el trabajo permanente . Semejante incertidumbre hace más atractivas las “uniones libres” porque su disolución no genera las “complicaciones patrimoniales” propias del matrimonio.
Al final, la mayoría terminará “arrimado” bajo el techo familiar, sobreviviendo con trabajos informales, imposibilitado a asumir compromisos simplemente porque “no es sujeto de crédito”. ¿Y qué quedará de aquellos sueños juveniles que le hacían enorgullecerse? Una vejez incierta, porque....!ni pensar en su jubilación!.