Por: Arelis Chávez
Esperar más de un año por una operación ambulatoria que debería ser sencilla y rápida no solo es frustrante, sino indignante.
Lo que en la medicina moderna es un procedimiento rutinario, en Panamá se convierte en un calvario marcado por la falta de insumos, las agendas saturadas y, muchas veces, la poca importancia que se da a cada examen médico.
Esto no es un caso aislado, sino la realidad diaria de miles de panameños. Y la pregunta es inevitable: ¿por qué, si mes a mes se nos descuenta el seguro social, la atención que recibimos está lejos de ser digna y eficiente?
El sistema, en lugar de ofrecer soluciones, empuja a los pacientes hacia las clínicas privadas, donde deben asumir costos que con frecuencia no pueden pagar.
Para quienes enfrentan diagnósticos delicados, como los pacientes oncológicos, esta espera no es solo molesta: puede ser mortal. Es irónico que la única vía rápida sea abandonar el sistema público y buscar atención privada, cuando lo justo sería recibir servicios adecuados a través de una estructura que ya financiamos con nuestros aportes.
Esperar más de dos años por una cirugía ambulatoria no es solo una estadística: es el reflejo de un sistema de salud que necesita cambios urgentes.
No podemos seguir normalizando que la salud sea un privilegio. Es hora de exigir un servicio público eficiente, humano y justo. Porque la salud no es un favor: es un derecho.
Estudiante de la Universidad de Panamá
