• martes 14 de enero de 2014 - 12:00 AM

Despidiendo al amigo Jorge Menchaca

La noticia del deceso de Menchaca me llegó mientras contemplaba el marchito pino navideño, y los regalos familiares sin entregar. Fue Ja...

La noticia del deceso de Menchaca me llegó mientras contemplaba el marchito pino navideño, y los regalos familiares sin entregar. Fue Jaime Marín el que el sábado me dio la funesta noticia: ¡Menchaca murió! No puede ser, le contesté, si recién habíamos conversado y teníamos planes para el lunes. Era irremediable: el amigo, el compañero de trabajo, el colega, el copartidario, el alumno, había partido hacia el más allá, dejando un vacío en el corazón de todos los que tuvimos el privilegio de conocerlo.

Compartimos con Menchaca tantas cosas; así conocí su grandeza como ser humano. Por difícil que fueran sus tiempos, siempre mostró una amable sonrisa, con la que desafiaba las difíciles pruebas que enfrentaba. Fue uno de esos hombres de los que uno no tiene que esperar que mueran para destacar sus cualidades y virtudes, pues fue el vivo ejemplo del hombre que se dejó guiar en su vida, por sus sueños y esperanzas. Fundamentalmente, nos hizo ver que no todos ingresan a la vida política inspirados en sus conveniencias e intereses personales, sino que en la actividad también hay espacio para los hombres y las mujeres creyentes del valor de la honestidad y la honradez, lo que hace que el proyecto de construcción de una sociedad justa y solidaria sea una meta accesible.

Para mí, su muerte fue de lo más inoportuna. Le llegó disfrutando el placer de compartir más de lo que podía darnos. Por eso creo que aunque sus amigos nos lo propusiéramos, no creo que podríamos olvidarlo, pues su presencia quedó alojada a perpetuidad en la memoria de los que nos hemos quedado esperando el turno para iniciar el viaje al infinito. No pretendemos describir un santo; intento, de corazón, dejar plasmado en estas cortas líneas un testimonio que habla de la valentía de un hombre que nunca se quejó de la enfermedad que padecía.

Conociéndolo como lo conocí, hoy su madre y sus hijos pueden llevarse la satisfacción de que el hijo y el padre, hasta su último suspiro, tuvo para ustedes sus mejores deseos y pensamientos. En su vida profesional fue la voz ‘cantalante’ del programa radial ‘Caras Nuevas’. Su verbo era directo y profundo; capaz de penetrar positivamente en la mente y el corazón de muchas personas desconocidas, para anidarse allí permanentemente. Por eso no era de extrañar que muchas de las personas que ofrecieron sus muestras de dolor a sus colegas de la emisora, ni siquiera lo conocieron.

La vida es y será dura, y nos toca resistir a diario todos los obstáculos y barreras que surjan. A JORGE MENCHACA debemos tenerlo como ejemplo de quien vivió la vida a satisfacción, inspirando sus actos en valores humanos y supremos.

*ABOGADO Y DOCENTE

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