• miércoles 10 de julio de 2024 - 12:00 AM

Demora absurda y cierta

Son las 3 de la tarde, una señora se encuentra en una provincia de nuestro país, a dos horas de su lugar de trabajo, dando declaraciones ante el Ministerio Público. Esta señora tuvo que pedir permiso a sus superiores para cumplir con una diligencia judicial relacionada con la venta fraudulenta de la que es víctima. Los bienes están en otra provincia; los afectados, en la capital, y se ha demorado ocho meses para deslindar la competencia de la investigación. Mientras, la propiedad pasa de un propietario a otro.

Otro ejemplo, existe un proceso en que están relacionada una familia en conflicto, los cónyuges. La audiencia se celebró en 2023, estamos en 2024 y todavía no han emitido un fallo que resuelva un asunto judicial. El trascurrir del tiempo es beneficioso en los casos en que se necesita mesura para poder tomar las mejores decisiones que pueden dar como resultado un acuerdo. Sin embargo, resulta negativo cuando existen necesidades apremiantes que satisfacer. Estas necesidades pueden ser económicas o afectivas. No se imaginan el daño que puede causar la ausencia de un contacto familiar, como lo puede ser la relación restaurativa de una familia o de unos cónyuges separados que son padres de familia.

El ejercicio del derecho en cuanto a los procedimientos judiciales produce en sí muchas situaciones absurdas, como el exceso en el tiempo en que se decide o se investiga. Es la famosa mora judicial de la que todavía somos víctimas muchos abogados de los pobres, como lo señalaba Franz Kaffa en su novela El proceso de 1914, que mantiene totalmente su vigencia.

Esta novela describe que la mora en los procesos judiciales puede resultar mortal.

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