Para madre no hay hijo grande, pues, aunque crecemos y nos convertimos en adultos con las responsabilidades que todo eso acarrea seguimos siendo la luz de sus ojos y la esperanza de su existir.
Hoy mi niña, Diloren Fe llega a sus 12 añitos, los mismos 12 que marcan las manecillas del reloj, los meses del año y coincidentalmente con aquel 2012 en que vino al mundo. Es maravilloso celebrar su vida y reflexionar sobre el entorno en el que se desenvuelve, que le permite soñar y avanzar.
Por eso es día propicio para regocijarnos de todo lo bueno que experimenta Panamá, en el deporte, por ejemplo, donde el esfuerzo y la voluntad se juntan ofreciendo resultados óptimos y de motivación para futuras justas, en atletismo, natación, boxeo y ciclismo, etc. Las medallas son alicientes para mejorar condiciones, estructuras y apoyo a quienes dejan nuestro país en alto.
Al igual que Diloren Fe Frías Villarreal, todos los niños de Panamá merecen medalla de oro, por su alto rendimiento, disposición de aprender, resiliencia y capacidad de reinventarse.
Hoy, elevo plegaria por el fortalecimiento del sistema educativo, que les permita forjarse porvenir; de salud que acompañe su bienestar físico y mental; recreativo, tecnológico y científico que de pie a grandes oportunidades de crecimiento; y por supuesto el familiar y espiritual. Por eso y más, felicidades a la luz de mi vida.