• jueves 09 de mayo de 2024 - 10:45 AM

Algo sucede en la Avenida Nacional, algo que convierte a las personas en errantes extasiados

Los faroles que alumbran la carretera le presentarán una escena desdichada

Si usted transita en horas de la madrugada (cuando la mayoría de los ciudadanos descansan) por la Avenida Nacional, exactamente a la altura de los multifamiliares de Cabo Verde, observará un grupo nutrido de personas merodeando, sonámbulos, errantes, extasiados y atónitos.

Los faroles que alumbran la carretera le presentarán una escena desdichada: personas estáticas en posición encorvada, hombres y mujeres escuálidos prendiendo pipas, enrolando cigarros y otros adormecidos en las aceras.

Duermen en colchones, entre desperdicios a la intemperie, guardan lo poco que tienen en coches de bebés destartalados. El clima no los detiene, bajo la lluvia o el calor abrasador cojean, cabecean y deambulan de esquina a esquina a cualquiera hora.

Hace unos días observé a una joven que no pasaba de los 25 años acuclillada con la mirada extraviada. La chica que no era del área y de buen semblante lucía ropa deportiva. Pero me llamó la atención es que estaba inmóvil y aunque estaba expuesta al sol, no parecía incomodarle la insolación del mediodía. Mientras unas dosis arreglan vidas en el mundo, otras dosis destruyen. El consumo de drogas es perjudicial. No es simple alarmismo, de acuerdo al Centro Nacional de Estadísticas de Salud (NCHS, por su sigla en inglés) y los Centros para la Prevención y el Control de Enfermedades más de 106,000 personas murieron en los Estados Unidos por sobredosis relacionadas con las drogas en 2021, incluidas las drogas ilícitas y los opioides recetados.

Sin temor a equivocarme no recuerdo otro lugar en la capital o en el país donde se observe una escena similar que envía un claro mensaje: algo sucede en la Avenida Nacional.

¿Qué lleva a una persona a perder la noción del tiempo, y renunciar a rutinas simples como alimentarse, asearse o guarecerse de la lluvia o de los rayos del sol? ¿Qué aleja a una chica de la seguridad de su casa y la acerca al peligro de las calles?

La adicción es una patología compleja, y debo reconocer que hay muchas instituciones, órdenes religiosas y organizaciones sin fines de lucros y grupos de apoyo interviniendo para resolver este problema. Pero está columna no pretende señalar a un culpable, lo que busca es reflexionar sobre un “Mea culpa”, desde adentro, desde el hogar.

En casa es donde forjamos los valores, el carácter y la personalidad que marcarán nuestro camino. Algo no estamos haciendo bien. Debemos imprimir valores en nuestros hijos, valores que los aleje de las calles y del consumo de las drogas.

Mi columna no tiene la intención de criticar a los residentes de Cabo Verde. Jamás quisiera tal cosa, porque allí viven gente buena, trabajadora. Apunto mis letras a los que tenemos el honor de ser padres y tutores. Si forjamos líderes, hombres y mujeres con buenas costumbres versados en los principios universales: nunca, nunca, tendrán la necesidad de recurrir a la calle en busca del proveedor que los surta de esa felicidad efímera, porque en casa y dentro de sí tendrán todo lo que necesitan.

Periodista

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