Esta es la historia de un abaniquito pequeño. La frase parece inocente como la persona que la utilizó. Resulta que alguien dejó, en el aula de clase, un aparato eléctrico que usa para cuando viaja en bus. El calor es tan intenso que ese instrumento le ayuda a paliar esos episodios de la vida diaria. Para ella, perderlo, es como si dejara el celular. ¿Qué es un pleonasmo? Dejemos que la Real Academia Española lo diga: “Exceso o redundancia de palabras.” En la expresión, “abaniquito pequeño” existe uno. También lo hallaremos aquí... “encontraron un cadáver sin vida.” ¡Lea, escuche y analice! De seguro va a encontrar, en las expresiones de los demás o en las suyas, muchos pleonasmos. Dejemos que, María Hernández, nos inspire con la crónica que escribió sobre la pérdida del ´abaniquito pequeño´.
“Cuando el sudor reclama lo que el olvido dejó.
El aula estaba llena de apuntes, voces, prisas y unas ganas tenaces de ir al baño. La clase había terminado y, entre cuadernos y mochilas, un objeto quedó olvidado: un abanico rosa y lila, discreto, pero imprescindible en los calurosos días de universidad. Yo, su dueña, no noté su ausencia hasta estar en el bus, apenas una parada después de la universidad.
La incomodidad del calor y la idea de haberlo dejado me hicieron descender de inmediato. ¡Corrí de vuelta al salón, convencida de hallarlo, aún, en la esquina, conectado! ¡El abanico había desaparecido... en su lugar, solo quedaba la duda y la resignación de haberlo perdido! Unos minutos más tarde, la sorpresa llegó en forma de mensaje: el profesor preguntaba por chat si alguien había olvidado un abanico. - “¡Mío, mío!” -, respondí sin pensarlo, casi como si reclamara un tesoro perdido. Entre disculpas por el “incordio” ¡palabra que al profesor le causó más risa que molestia!, acordamos la logística para recuperarlo.
Al día siguiente, con un poco de afán irrumpí en mitad de sus clases. El profesor me entregó las llaves de su carro. La misión era clara: buscar el abanico en el asiento trasero. Y así fue. Allí estaba, intacto, esperando su refrescante regreso. Con el abanico en mano y la llave de vuelta, la historia terminó con una carcajada compartida y la certeza de que, ¡a veces, hasta los objetos más simples pueden protagonizar las crónicas más curiosas!” Hasta aquí el relato de, María Hernández. Y coincido con ella, a veces los objetos más simples quedan convertidos en el epicentro de un drama. Ella le dio brillo y valor a la frase... “¡nadie sabe lo que tiene...hasta que lo pierde!” Me despido de este Domingo poético. Mi esposa me acaba de preguntar -si voy a subir arriba- y solo alcancé a responderle que -en un rato salgo afuera- Ese abaniquito pequeño ha provocado muchas lágrimas que salen de mis ojos. Abrazos y que Dios nos bendiga en este domingo de pleonasmos.