El desempleo, un nuevo "brote" en la China poscoronavirus

"No me dieron ni finiquito", relata a Efe a las puertas de una de las oficinas de arbitraje laboral de Pekín
  • miércoles 20 de mayo de 2020 - 8:06 AM

Con la pandemia de coronavirus casi zanjada dentro de sus fronteras -así lo afirman las cifras oficiales-, China se enfrenta ahora a otro "brote": el desempleo derivado del parón económico al que el virus sometió al país asiático.

Mientras que en 2019 la tasa oficial de desempleo urbano nunca superó el 5,3 % también registrado el pasado enero, el indicador saltó al 6,2 % (máximo histórico) en febrero, mes en el que las autoridades prorrogaron las vacaciones del Año Nuevo chino como medio de prevenir la propagación del virus y cuando el impacto en comercios y empresas comenzó a hacerse patente.

Fue en ese momento cuando al corpulento señor Li, 36 años, casado, padre de una niña y con una casa recién comprada, le comunicaron que su sueldo en una empresa de gestión de guarderías se quedaría en el 70 % del salario mínimo estipulado para Pekín, que en su totalidad suma 2.200 yuanes (309 dólares o 286 euros).

SIN FINIQUITO

Al mes siguiente, en marzo, el dato del paro urbano mejoró ligeramente, con un 5,9 %, aunque en abril volvió a subir, esta vez al 6 %. Y ese mismo abril, al señor Li -con las guarderías cerradas desde enero- le liquidaron sin liquidación.

"No me dieron ni finiquito", relata a Efe a las puertas de una de las oficinas de arbitraje laboral de Pekín. Una vez se puso a revisar los números, las noticias no fueron sino a peor.

"La empresa ha estado pagando menos por mis prestaciones sociales de lo que le correspondía legalmente. También han abonado menos de lo debido en mi fondo de compra de vivienda", apunta, en referencia al mecanismo creado por las autoridades chinas para facilitar la adquisición de ésta.

El señor Li cree que la triquiñuela más sangrante de todas ha sido recortarle el sueldo poco antes de echarle, para que les saliera más barato el despido.

UN PROBLEMA CADA VEZ MÁS COMÚN

"Quiero resolver el problema y recibir una compensación", cuenta, aunque aún ni ha logrado cita previa en el tribunal de arbitraje, donde a primera hora de la mañana hacen fila varias decenas de personas afectadas por situaciones similares.

También fuera del edificio, varios abogados laboralistas ofrecen sus servicios. Y un chino chaparro ha montado una impresora multifunción en la parrilla de su moto para ganarse las habichuelas proporcionando fotocopias de documentos a quienes, como la joven Huang, han acudido a intentar solucionar sus casos.

"¡46 yuanes!", grita indignada Huang. "¡El último mes me pagaron 46 yuanes!" (equivalentes a poco más de 6 dólares o poco menos de 6 euros). "Es un insulto. Habría comprendido que me hubieran pagado incluso algo menos del mínimo interprofesional... pero no eso".

La pobre Huang tuvo la mala puntería de empezar a trabajar para una empresa de formación de profesores de música el 26 de diciembre, cuando los síntomas del coronavirus se expandían entre la población de Wuhan, la ciudad china donde se detectaron los primeros casos.

De los cuatro meses que trabajó con ellos, solo en dos le pagaron lo convenido. Y ni rastro de las contribuciones de la empresa a la seguridad social y el resto de prestaciones.

La mayoría de los casos, cuyo número ha aumentado en los últimos meses -explican desde un bufete pekinés de abogados-, son como el de Huang: trabajadores jóvenes a los que las empresas adeudan el sueldo.

En las calles de Pekín, donde la vida ya está casi en los niveles pre-COVID-19, no es raro toparse con tiendas vacías, cerradas, traspasadas. El resultado son situaciones como la de Huang.

CANTÓN, PRESA DE UNA MENOR DEMANDA

En Cantón, en el sur del país, la escena es distinta. Una de las provincias manufactureras por antonomasia está asistiendo a la salida de trabajadores migrantes que no logran un empleo en la antaño imparable industria textil de la zona, ya que los pedidos del extranjero han caído en picado.

En la llamada "pequeña Hubei" de Cantón capital, parten autobuses cada día rumbo a la provincia de Hubei para llevar de vuelta a su lugar natal a cientos de trabajadores migrantes que no encuentran trabajo, no se pueden permitir los alquileres, no tienen qué coser con sus máquinas.

Algunos talleres de producción de complementos para teléfonos móviles se han reconvertido en fabricantes de mascarillas y material sanitario. Otros, braceros, ofrecen su trabajo en carteles que detallan sus habilidades, como el señor Wei -derribos, alicatado, instalación eléctrica, fontanería-, llegado a Cantón hace tres décadas.

"Por la epidemia, ahora hay menos trabajo. No está siendo un año normal", relata por teléfono Wei, natural de la provincia central de Henan, y que no se muestra especialmente optimista respecto al futuro.

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