Zoológico [Cuento]

  • sábado 13 de abril de 2024 - 1:00 AM

Gaby le dijo a su mamá que quería tener un zoológico.

—Genial, mañana te llevo a la farmacia y compras los animalitos que gustes—responde la mamá de camino a la cocina.

—Mamá, es un zoológico de verdad.

—Hija, aunque sean de plástico...

—Ay mamá, mejor lo hago por mi cuenta.

Gaby fue a su cuarto por la tijera, la goma, las hojas blancas, el lápiz de dibujar y los de colorear, los pinceles y las témperas. La niña dibujó un caracol a media página y empezó a colorear con cuidado de no salirse.

—Y ahora, a caminar.

Pero apenas ella lo soltaba, el caracol caía. Caía, caía y caía.

—Si me achicas el caparazón, otro gallo cantaría, corrijo, este caracol andaría.

No me pregunte cómo pudo el caracol hablar porque eso ni el presidente mundial de los macólogos lo sabe.

—Vas a tener que ser fuerte —le dijo— tengo que cortar.

—Ahora, a caminar.

Y el caracol mueve sus gelatinosas patas sobre las baldosas.

—Las caminatas nunca han sido lo mío, eso déjaselo a las liebres, me consigues algo de comer.

—¿Qué comen los caracoles?

—Hojas, verduras y frutas. Mira si hay manzana verde en la nevera, esas tienen menos azúcar.

Después de llenarse la panza de manzana, el caracol se durmió y Gaby siguió dibujando. Que linda quedó la iguana.

—Y ahora, a correr.

—El doctor me tiene prohibido eso, dijo una vocecilla.

Tampoco sé como pudo hablar.

—Aquí, aquí estoy, preparándome porque en semanas...

—Tendrás bebés iguanas.

—No tantos, unos cien. Ya no se pueden tener tantos como en los tiempos de la abuela.

—Ayúdame a buscar un sitio arenoso para los huevos.

—Recuerda que esto es un apartamento y solo tenemos tierra en los maceteros de las plantas.

—Tierra es tierra, tráeme esa.

Dibujar las diez patas y las dos tijeras del cangrejo le tomó otra hora más a Gaby. Y lo pintó con los tres colores patrios.

—Me muero de sed, dice una vocecita.

Gaby corre a la nevera y trae una botella de agua.

—Chúmbale, esa agua me ha llegado hasta los huesos.

—¿Desde cuándo los cangrejos tienen huesos?

—¿Tienes tierra, aunque sea de esa falsa que le ponen a los gatos?

—Los cangrejos no podemos caminar en este tipo de materiales que usan para las casas de los humanos.

—Ya te traigo del macetero. ¿No quieres hojas?

—Por favor, y que sean verdes. Este es el estilo de vida que siempre soñé.

El cuarto animal fue un pavo real. Con las últimas energías, Gaby terminó de pintar la última pluma. Y hablando de plumas, debe ser molestoso ir arrastrando una capa emplumada a lo largo de la vida.

—Tengo el estómago pegado al espinazo, dijo una vocecita.

—Y qué comen los pavos reales.

—Mira en la nevera hay papaya o piña de Tierras Altas. Ya hace buen tiempo que dejé los insectos.

—¿Quiere el rey emplumado algo más?

Por lo que veo no hay árboles aquí. Te imaginas que alguien me tome una foto en el suelo y la suba a las redes sociales. Sería un pavo i-rreal.

Gaby terminó un árbol, el pavo real subió y quedó con la cola como una rampa.

—Arriba todos, abróchense las plumas y vamos a conocer la hermosa ciudad— dijo pavo real.

El autor es periodista.

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