El primer día de clases de Pedro el Intrépido
- sábado 18 de mayo de 2024 - 1:00 AM
En su primer día de clases, Pedro el Intrépido amaneció emocionado por conocer su nuevo jardín de infancia. Tenía curiosidad ante la fascinación de lo que le esperaba. La noche anterior se durmió pensando en ¿cómo sería su salón de clases? Se imaginó paredes de colores, salpicadas por los retratos de sus superhéroes, aquellos que los acompañaban en sus aventuras imaginarias.
Esa mañana se dirigió al calendario que le construyó su madre, aquel que le indicaba los días que faltaban para ingresar al parvulario. Una lámina enorme cubría gran parte de la pared de su habitación. Cada día estaba representado por un cuadro y dentro de cada cuadro había un dibujo.
Había pintado el sol, la luna, un meteorito, un cometa, espacial, una manzana, una pera y un racimo de uvas. También había un balón de fútbol y una estrella. Los trazos eran muchos. Dibujó los animales que les fascinaban como ranas, serpientes, caballos, osos y águilas. El último cuadro lo reservó para su gran amigo: “Colocho”, su perro que siempre le acompañaba en las tardes de juego.
Cuando terminó de dibujar a “Colocho” lo invadió la tristeza. No quería separarse de su amigo y tampoco de sus juguetes preferidos como su sombrero de corsario, su brújula mágica y del barco “La Calavera”, una cajeta de cartón que su padre transformó en un emblemático navío, capaz de sortear los siete mares.
Había muchos juguetes en su cuarto que quería llevar consigo; como el señor nomo, la patrulla 77, la locomotora “trueno” y su casco espacial.
Pero su padre lo convenció de dejarlos en casa. Le explicó que en su salón de clases le esperaban nuevos juguetes.
Pedro el Intrépido se sintió aliviado. Y sin más demora se alistó y se dirigió al parvulario. Se sentó al lado de su padre. La ventana le ofrecía una vista espectacular de la carretera. Le prestó atención a cada cosa que se le cruzaba a la vista. Observó con detenimiento las palomas del parque que picoteaban el suelo en busca de comida.
Cuando pasó por la estación de bomberos, le dijo a su padre que se detuviera. Quedó fascinado por aquellos carros armados con escaleras y los hombres vestidos de overol y casco. También pasó por la estación de policía. Le llamó la atención que los carros allí estacionados fueran idénticos a su patrulla 77.
Cuando llegó al parvulario la Señora Gregoria, su nueva maestra le esperaba para llevarlo a su salón de clases. Cuando entró descubrió a sus superhéroes pintados en la pared, justo como lo había soñado. En las mesas de su salón encontró masillas de diferentes colores, libros de colorear y crayones.
En una esquina cerca de la ventana había una piscina con bolas de colores. Sin pensarlo se zambulló y nadó entre las pelotas que le rebotaban en la cara. En las mesas también encontró rompecabezas de figuras geométricas y legos en forma de castillos y torres. Su salón de clases era más divertido de lo que se había imaginado. Lo primero que hizo fue pintar en los libros de dibujo. Utilizó sus colores preferidos: azul, rojo, amarillo y verde. En otra esquina descubrió un mueble lleno de juguetes nuevos como su padre le había descrito. Había carros y aviones de madera. Pelotas, cubos, trenes, muñecos y animales en miniaturas.
Y justo al lado del mueble estaba un cofre con sombreros de todo tipo. Había sombreros de policías, de bomberos, de capitán, de panadero, de mago y un sombrero en forma de calabaza. Pedro el Intrépido se probó todos los sombreros. Sus compañeros hicieron lo mismo y jugaron tanto que se hicieron buenos amigos.
A media jornada la maestra Gregoria los agrupó en círculo. Luego se dirigió al cofre y sacó un libro de cuentos. Todos los niños gritaron de alegría. La maestra le propuso que si prestaban atención les leería las aventuras del pirata “Barba Negra”.
Mientras la maestra leía, Pedro el Intrépido se quedó dormido. Soñó que piloteaba “La Calavera” junto a su amigo “Colocho” y el señor Nomo, y que con la ayuda de su brújula mágica había encontrado un gran tesoro.
Luego de una placentera siesta, la maestra Gregoria lo despertó. Su primer día de clases no pudo ser mejor. Y como la noche anterior, Pedro el Intrépido se durmió con la intensión de despertarse temprano para vivir otra emocionante aventura en su salón de clases.