Carlos Arboleda: Horizontes de la escultura

Honor al destacado escultor panameño
  • sábado 06 de marzo de 2021 - 12:00 AM

‘El escultor saca todo lo superfluo y reduce el material a la forma que existe dentro de la mente del artista.' - Giorgio Vasari (1511-1574).

Lo anota Goethe: El artista quiere hablar al mundo por medio de un todo. Por su parte, Tinianov, expresa: La unidad de la obra no consiste en una entidad cerrada y simétrica, sino en una integridad dinámica con desarrollo propio. Si bien estos postulados giran, de inicio, en torno a la pintura y la poesía, no son menos abarcadores para una estética más amplia que nos hable del arte en general, de los artistas, de sus formas de apropiación, de generar proyecciones y contenidos.

Panamá no es tierra fecunda a la escultura. Por supuesto hay algunos contestatarios que hacen de la materia, de la forma y del volumen, su espacio de confrontación y dudas. Pero logran poco, merced a lo árido del entorno y a las propias carencias técnicas y de conceptos. A una visión primigenia y limitada. No hay más que ver los escasos, y deplorables, monumentos públicos realizados de suerte reciente en la metrópoli, y ni hablar de los que como almas espectrales habitan algún rincón de los parques de provincia.

En suelo istmeño impera, en la pintura, un color desaforado, banal y consustancial con una naturaleza tórrida, visceral y transitista. En contados casos pasa más allá de un burdo decorativismo simple y pletórico de referencias a los registros de los centros de poder, a vanguardias externas. Esta dependencia visual no deja espacio para mucho, y siendo un país de gran movilidad y presteza, tampoco hay cabida para efectos voluminosos y pertenencias engorrosas. La escultura no está cercana a su reino.

A este yermo arriba Carlos Arboleda, luego de cumplir estudios en la Academia de Bellas Artes en Florencia, entre 1949 y 1954, y en la Real Academia Catalana de Bellas Artes de San Jorge en Barcelona, de 1955 a 1960. Se instala como el primer profesor de escultura en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (1961-1964). Para 1964 concreta su anhelo al fundar la Casa de la Escultura, un centro para la enseñanza y promoción de las Bellas Artes, con especial énfasis en la escultura y sus métodos, que contó con el apoyo del Ministerio de Educación.

Arboleda se activa en el medio con exhibiciones y propuestas escultóricas que le reditúan cierta nombradía, con trabajos de corte académico, esencialmente figurativos, y va ampliando su estilo con obras más simbólicas y cercanas a un cierto indigenismo. Incursiona en la pintura con colores lavados y etéreos, donde imágenes de connotaciones humanas o animales, aves de preferencia, flotan en ambientes de ensoñación y mesura.

Carlos Arboleda nace en Chilibre, Panamá, el 16 de enero de 1929 (aunque hay quienes lo datan en 1928). Fue uno de los ocho vástagos de Florencio y Ángela. Su padre era de Darién, ‘en una época donde la gente pasaba de Colombia sin dificultad porque había muchos caminos', cuenta el artista. Su progenitora provenía de un poblado cercano a Cartagena de Indias. Como muchos creadores, sus aptitudes se desplegaron desde chico, cuando en su entorno natal jugaba elaborando figuras de barro que obsequiaba a sus maestros.

En el año de 1948 obtiene el Primer Premio de Escultura del Departamento de Cultura del Ministerio de Educación de Panamá, lo que le permite iniciar su periplo de estudios superiores. En 1952, su obra ‘Atención al secreto' es seleccionada para ser colocada en la presidencia de la Feria Internacional de Milán. Presenta obras, de igual, en la primera muestra de la Bienal de Arte Sagrado de Italia, celebrada en Asís. En 1960, expone en la Bienal Hispanoamericano de Barcelona y en la Exposición Nacional de Madrid. Con su obra ‘Piel Adentro' es seleccionado para estar presente en la Bienal de Suiza. Ese año, coincidente con su retorno al solar patrio, expone sus creaciones en el Paraninfo de la Universidad de Panamá. Esta exposición fue considerada como un gran triunfo artístico por los entendidos y medios de prensa locales.

Entre sus múltiples encargos públicos podemos anotar: Monumento al Doctor Jaime de la Guardia (Hospital San Fernando, 1975); Monumento a Manuel F. Zárate (Guararé, 1978); Monumento al Dr. Rafael Estévez (Aguadulce, 1978); Monumento a San Juan Bosco, 1979; Busto de Eduardo Vallarino (Bethania, 1983); Monumento del Dr. Harmodio Arias (Penonomé, 1986); Monumento en honor a la maestra Sara Sotillo (Magisterio Panameño Unido). Su ‘Homenaje a Chiriquí', un bronce sin fecha, se encuentra instalado frente al Palacio Municipal de David. Para 1970 es invitado, por el Departamento de Estado de los Estados Unidos de Norteamérica, a recorrer los principales centros culturales de esa nación. Expone sus obras en el Museo de las Américas, de Washington, D.C.

En el 2003, con motivo de la instalación de un busto, de su autoría, con la efigie de Justo Arosemena en el Palacio de la Asamblea Legislativa, Arboleda declara: ‘la escultura es un trabajo verdaderamente difícil; sin embargo, mi amor por el arte hace que lleve más de setenta incansables años en esta carrera agobiante, pero visiblemente fructífera'. Ese mismo año presenta una muestra de esculturas de pequeño formato, elaboradas en bronce, en una galería de la urbe canalera.

La obra que le ha generado más nombradía es la "Cabeza de Einstein", ubicada en el céntrico barrio del Cangrejo, y convertida en uno de los símbolos de la capital panameña. En el 2018, en un homenaje a su trayectoria, el artista explicaría que la comunidad hebrea le hizo el encargo, hace medio siglo, de realizar un busto del físico alemán, pero que él decidió esculpir solo la cabeza porque "lo que mejor representa a Einstein es su mente',

La pieza estaba, inicialmente, acompañada de la inscripción: E=mc², la ecuación del Principio de Conservación de la Energía. Con el pasar de los años se extravió esta parte de la escultura. Arboleda utilizó piedra artificial de marmolina como material para la obra, pero, tras varios mantenimientos, la pieza ha sido sobrepintada de blanco. La escultura se encuentra en una pequeña plaza de unos 300 metros cuadrados, que ha sido denominado Plaza Einstein. Debe destacarse que la misma no fue concebida para grandes grupos de personas, aunque ha sido remodelada, con el pasar de los años, para mantener su relevancia e historia.

Albert Einstein, Premio Nobel de Física en 1921, arribó a tierras panameñas en el navío Belgenland, que cruzó el Canal de Panamá, el 23 de diciembre de 1930. Einstein y su esposa, Elsa, hicieron una pequeña escala en la ciudad atlántica de Colón, su destino final era California. El científico se dirigía a la Costa Oeste para encontrarse con Edwin Hubble, director del El Instituto de Tecnología de California (CalTech). En su breve estadía, Einstein logra pasear por las calles de Colón, visitar algunos bazares, acudir a una recepción brindada por el presidente Florencio Harmodio Arosemena en el Club Unión, asistir a una exhibición de natación, en la piscina de Balboa, y cenar en el Club Miramar.

Interesante anotar que el escultor, Carlos Arboleda, era amigo y ex condiscípulo del presidente Florencio Arosemena. La cabeza de Einstein, desde su inauguración en enero de 1968, se ha convertido en un punto de referencia para los visitantes y residentes del Cangrejo, y la efigie del científico es parte de la historia y del encanto del barrio. Una copia más pequeña y detallada, hecha también por Arboleda, reposa en la escuela Albert Einstein.

En un artículo del 2015, en un medio de prensa nacional, el investigador de arte José Morales Vásquez rescata algunas opiniones de la crítica internacional sobre el escultor Carlos Arboleda:

‘En cuanto a la concepción de sus motivos, es indudable que una fuerza atávica los informa. Arboleda aspira, por necesidad insondable, a entroncar su arte con las esencias seculares de la cultura precolombina —demuestra estar en posesión de un empuje y de un oficio muy sólido'. – Miguel Ferre Albages.

‘Carlos Arboleda ahonda en la vida y a la par la estiliza. Su obra es maciza, y a la vez sutil. Es pensada y sentida, amasada con la propia arcilla nativa. La digitación no le queda en la superficie y aún menos en el superficial halago costumbrista, sino que consigue dar particular palpitación a sus figuras, infundiéndoles una expresión universalizada. Se incorpora Carlos Arboleda a la selectiva promoción de los mejores escultores de nuestro tiempo'. – J. Benet Aurell.

‘Sabe modelar y esculpir a la perfección. Su sensibilidad de escultor se manifiesta, principalmente, en la apreciación de los volúmenes con una ambición de grandeza. Por ello su escultura exige un concepto dramático y hasta patético, que encuentra en sus modelos americanos la mejor expresión'. – José María Junoy.

‘En su arte hay resonancias seculares, atávicas, que dan mucho que meditar. Yo, que, en las piedras venerables y esculturas antiguas, por insignificantes que sean, siempre he tenido la sensación de oír más voces misteriosas registradas en su interior, es decir, el espíritu vivificando la materia (por eso mi entusiasmo y pasión por las excavaciones), en el caso del escultor Arboleda descubro, pasmado, que esto se realiza de manera viva y palpitante en un ser viviente'. – Néstor Luján.

Por su parte el crítico de arte costarricense Juan Carlos Flores Zúñiga en su artículo sobre las obras ubicadas en la Cinta Costera, de la ciudad de Panamá, ‘Escultura pública en panamá: sincretismo y espectáculo', anota: ‘Iniciando la etapa III, se ubica la escultura en bronce de Carlos Arboleda (n. 1929) titulada ‘Toro'. Esta pieza se distancia claramente de su obra precedente, que transitó entre el estudio de la cultura precolombina y el academicismo italiano, realizada por el panameño principalmente en piedra y mármol.

A diferencia de sus grabados y pinturas, este monumental ‘Toro', de dos metros de altura y cuatro metros de largo, marca un hito en su carrera por su sincretismo al transicionar del academicismo que dominó la mayor parte de su carrera y sublimar su pasión por el simbolismo de la estética místico-religiosa precolombina'.

André Comte-Sponville, nos enuncia: ‘…el artista, incluso cuando sólo pretende imitar al mundo, no puede tomar como modelo, puesto que el mundo no se imita a sí mismo, más que a sí mismo en el proceso de su imitación'. Por su parte Alain afirma: ‘Todas las artes son como espejos en los que el hombre conoce y reconoce algo de sí mismo que antes ignoraba'.

Lo consustancial en el arte panameño es que no se encuentra ni reconocimiento ni un encuentro fortuito consigo mismo. Deambula en un limbo de autocomplacencia y en una levedad sin consecuencias. En realidad, no se puede hablar de arte sino de una contrita mirada de soslayo, una que no quiere encontrarse en espejo alguno, satisfecha de su abulia y de su ingrávido acontecer. Por ello Carlos Arboleda es el pivote inicial y el hito final de un periplo sin lontananzas. Con él da inicio el periplo de la escultura moderna panameña y con su partida será clausurada. No hay herencia que compartir, ni herederos que se impongan a la altura de las circunstancias.

Cerrando con los postulados de Comte-Sponville: ‘…el hombre necesita del arte para «exteriorizar lo que es» y encontrar en lo que es «una especie de reflejo de sí mismo.» / El arte es un hecho específico del hombre. El hombre es un hecho específico del arte'. En tal sentido, no hemos iniciado el viaje y ya pretendemos avizorar una Ítaca que ni hemos construido, ni hemos siquiera soñado y que no nos pertenece. El crepúsculo está allí, de nosotros depende desplegar las naos, surcar las incógnitas y encontrarnos con nuestras sombras. Completar el periplo y decidir de qué estamos hechos. De banalidad o de sueños posibles. De ansiedades o de concretas perseverancias. Mientras tanto, Carlos Arboleda nos espera en solitario sobre sus esculturas… nosotros pondremos los horizontes, si tenemos la materia propicia para ello.

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