Una vez más

Se fueron calladitas y Anselmo sólo le tocó reconocer que una vez más las del sexo femenino lo habían agarrado de pendejo
  • miércoles 07 de diciembre de 2016 - 12:00 AM

Anselmo se paró como Piñango cuando sus dos mujeres lo dejaron por su problema de incontinencia urinaria; sólo se permitió una semana de duelo para cada una y cambió de número por si acaso a una de las dos se le ocurría llamarlo con el cuento del Día de la Madre. ‘No le daré ni cebo a ninguna' bastante plata que me sacaron esas sinvergüenzas y apenas me enfermé me cambiaron, pero a mí no me sacan ni un real más, ni ellas ni ninguna otra mujer, ojalá se las lleve bien lejos el 2016, porque todas quieren plata, plata y plata, eso sí, yo no me voy a quedar solo, el hombre se hizo para que la mujer lo complaciera, y gratis, ‘Antes de navidad hallo una que no sea platera', pensaba mientras esperaba que le tocara el turno del corte de cabello.

En eso estaba cuando oyó que le decían ‘Ay, chemito esa cabeza plateada me pone a millón'. Volteó enseguida y vió a Charito, la hija graduanda de la vecina Salomé, quien le había dicho a la pelá que gestionara ella misma el fondo para los gastos de graduación y la cena bailable. ‘Yo estoy pelada, así que búscate un patrocinador, ahí está Anselmo, que tiene plata y ganas, pero no tiene mujer', aconsejaba la madre. El piropo mandó al carajo la supuesta resistencia de Anselmo frente a los coqueteos femeninos, y con la mandíbula temblorosa soltó su lírica: ‘Verdad, Charito tú eres muy observadora, mami, y dime, belleza, cuándo es tu graduación porque yo voy a estar allá en primera fila'. Una conversación de menos de una hora bastó para que cogieran rumbo juntos hacia el centro comercial, y antes del atardecer ya la tarjeta de Anselmo había sufrido varios reveses. Charito regresó a la casa con todo el paquete para el baile de graduación. Su madre le preguntó ¿Cómo le vas a pagar todo eso a Anselmo?

Mientras sacaba las compras y las admiraba Charito meneó la cabeza diciendo: ‘Bueno, de eso no hablamos, allá él que fue comprando sin preguntar cuándo o cómo el pagaría, ahora yo me hago la brava y no lo saludo más, es su palabra contra la mía, además, yo soy menor de edad, y él sabe lo que les pasa a los adultos que se meten con las pelaítas. No tardó en llegar Anselmo, perfumado y con aires de novio en visita formal, lo que le provocó furia a Charito, quien casi enseguida lo despachó. Le tocó al visitante retirarse con toda la emoción de un romance nuevo; pidió el número de celular de Charito, la madre le dictó 8 dígitos que ella se sabía de memoria para darle a los necios que a ella no le interesaban. Con un beso en la frente se despidió Anselmo y apenas llegó a su casa, llamó, pero el celular sonaba apagado. Amaneció sonando la puerta de la casa ajena, pero no le abrieron ni esa vez ni las muchas otras que pidió que le abrieran.

Desesperado, fue al colegio de Charito, quien ya había terminado exámenes, pero a diario iba a la escuela a preguntar las notas que ya se sabía. Siempre con la intención de ver a otro peláo que la traía por la calle de la amargura. ‘¿Es usted su abuelito?', le preguntaron a Anselmo en la entrada, y eso fue como patearle los riñones y el hígado al mismo tiempo, se enfrascó con las inspectoras, que también les gustaba joder, y pidió que llamaran al director y al profesor consejero de Charito. Ninguno de los dos vino pero sí mandaron la orden de sacarlo con la amenaza de que llamarían a la policía. Luego supo que Charito y su mamá se habían mudado por atraso en el pago del alquiler. Se fueron calladitas y Anselmo sólo le tocó reconocer que una vez más las del sexo femenino lo habían agarrado de pendejo.

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