Olor a pino
- jueves 01 de diciembre de 2016 - 12:00 AM
El que anda en trampa siempre vive apurado, peleando las 24 horas con el tiempo. Todo se le complica y el reloj pareciera ser su peor enemigo, porque necesita estar aquí y allá para que ninguna de las dos se ponga brava o tiemple orejas por falta de atención; ese mismo apuro los lleva a cometer errores como realizar compras ‘peligrosas' en lugares frecuentados también por personas que lo conocen como el esposo de la fulana tal y que saben al dedillo todo su historial conyugal. Para ganar tiempo, Alcides compraba los ‘encargos' en un centro comercial ubicado al lado de la vía principal, adonde lo vieron unos ojos malévolos comprando pinos navideños; sin que él se diera cuenta lo siguieron hasta que salió del área con dos arbolitos. Mientras los ojos que matan chequeaban todo sin despegar el dedo del aparatito matahogares, Alcides tomó rumbo hacia la casa de su tormento y de allí para su hogar, adonde entró gritando ‘ya llegué, familia, llegó el rey de la casa y miren lo que traigo'. Esta vez, su mujercita, Pilar, salió con una cara de siete pisos, con una mirada que le reveló al hombre que habría tormenta, y de categoría seria. ‘Por qué compraste dos pinos', le gritó Pilar; el aludido dio dos pasos en reversa y uno adelante, en un tiempo más que suficiente para ‘generar' una respuesta natural.
‘Ah, por qué, porque le compré uno para mi madrecita, que fue la que se fajó trabajando para que yo estudiara, también tiene derecho, ¿o no?, ¿cuándo me meto yo con lo que tú le compras a tu mamá', contestó Alcides, pero su mujer le gritó ‘y dónde carajo está el hp palo navideño, si apenas hace una hora que te vieron comprando las dos porquería esas, y en 60 minutos es imposible que hayas ido donde tu mamá y ya estés aquí, si esa doña vive por allá por donde Lucifer dejó tiradas sus botas.
‘Ah, es que me encontré con mi hermana y se lo mandé con ella para no tirarme yo hasta esa ‘Reconchinchina' como la llamas tú', dijo Alcides felicitándose en silencio por su mente brillante, pero nuevamente su esposa chilló ‘no mientas, que tu hermana siempre carga ese carro lleno, esa no perdona una y piratea sin miedo, o me vas a decir que metió ese pino encima de los pasajeros'.
‘Ah, sí, así mismo, qué inteligente eres, mi amor, ella les pidió un permisito a los pasajeros y ellos con gusto acomodaron el arbolito encima como si fuera un niño dormido, así mismo', se defendió Alcides. Hubo un silencio asesino que rompió su mujer con gritos ‘no mientas, además, tu mamá es alérgica al olor a pino, dime para quién era ese condenado arbolito'.
Alcides confió en ese amor incondicional de madre, y se arriesgó. Retó a Pilar con este discurso: ‘Si tanta es tu duda, llámala y pregúntale, a ver cómo te va a quedar el ojo por malpensada, siempre viendo fantasmas, esa mente tuya te va a matar, te imaginas unas historietas'. La suegra siempre estaba pendiente del celular, así que contestó apenas oyó el primer timbrazo. Pero Pilar no pensaba ponérselas fáciles a su marido, y le preguntó a la doña: ‘Oiga, señora Panchita, cómo le va con la alergia, porque fíjese que mi jefe me regaló dos arbolitos y no sé qué hacer con el que me sobra'.
Aquella contestó enseguida: ‘Ay, mi reina linda, siempre acordándote de su suegrita, pero yo sigo mal y esa fragancia de pino me pone a morir, así que dáselo a tu vecina, que como ella no tiene marido, seguro que anda corta de plata y no le alcanza para darse ese lujo'.
La sonrisa se le congeló completita a Alcides, que recibió una lluvia de pinazos en la cabeza y en el cuerpo. Casi lo mandan al reino de las sombras, tuvo que sacar la mano y darle dos tatequietos a Pilar, que lo amenazó con botarlo del hogar.