La sombra
- lunes 09 de enero de 2017 - 12:00 AM
Aunque había muchas mujeres afanadas por comprarse trapos, ambas se reconocieron. ¿Margarita?, ¿Raquel?
La misma, respondieron y se abrazaron para, aparentemente, recuperar los 35 años de ausencia. No habían vuelto a verse desde la tarde en la que las sacaron medio muertas de frío tras cuatro horas de pelear a puñete limpio en las templadas aguas del río Las Tetitas, allá en el riñón de El Chirriscazo. Se necesitó la fuerza de diez lugareños para separarlas y sacarlas del afluente, algunos dijeron después que los mediadores lograron su objetivo porque las contrincantes ya estaban bien trabajadas del frío y debilitadas, pero que, de lo contrario, no las hubieran podido salvar porque ambas se estaban peleando a un macho, y ese sentimiento le da fuerzas inimaginables a cualquier mujer. También se supo después que el dueño de los dos corazones y motivo de la disputa era Isidoro, el ojizarco de los contornos, quien se dio el lujo de no aparecerse por el río pese a que sabía que ellas se habían citado en ese lugar apenas terminara la jornada escolar para arreglar cuentas a puño limpio. Como no hubo ganadora, el amor de Isidoro le tocó a la más viva, que resultó ser Margarita, a quien sus padres, siguiendo una tradición que, afortunadamente, ya no se practica en los pueblos del interior, la enviaron para la capital a trabajar en oficios domésticos apenas terminó el sexto grado. Margarita se trajo luego a Isidoro, que trabajaría como jardinero en la misma casa donde ella laboraba, esto les facilitó iniciar un romance que se concretó pronto bajo las sábanas y de esto hubo consecuencias de nueve meses que forzaron el matrimonio entre ellos. Todos los detalles de su vida se los contó Margarita a Raquel, quien también soltó su lengua y le dijo que ella no había tenido suerte en la vida conyugal porque los dos esposos querían pintear todos los sábados. ‘Ahora vivo sola, los fines de semana me visitan mis hijos', anunció Raquel. ‘Ya yo no pienso en conseguirme un hombre, como mujer ya morí', le dijo Raquel a Margarita mientras se comían un barquillo. ‘Tienes que buscarte un pollito, aunque sea para que te acompañe, no es bueno estar sola', le aconsejó Margarita, y la invitó a que fuera ese sábado a la fiesta de quince años de una de sus nietas.