Un invitado especial
- domingo 30 de marzo de 2014 - 12:00 AM
No lleves los lentes, te ves más viejo, le dijo Ritelia a su marido Faustino, quien se negó a quitárselos argumentando que sin ellos le era difícil bailar. Fueron los primeros en llegar a la fiesta, el cumpleañero Damián y su esposa Jovita los recibieron con un par de tragos fuertes. Al rato, la pista estaba llena, algunas bailaban una danza inventada y mostraban sus atributos casi que a viva piel. El cumpleañero, de hígado débil, se durmió antes de que le cantaran, su mujer pidió ayuda para llevarlo a acostar. Varios salieron dispuestos a colaborar, pero el hermano de ella, ‘Tedy’, responsable de todas las rubias del barrio, exigió ser él quien acostara a su cuñado. ‘Llévalo a la parte de atrás y acuéstalo en el sofá de ‘Sultán’, recuerda que él, cuando está borracho, se orina en la cama’. ‘Tedy’ cumplió enseguida la orden, avisó que se quedaría afuera a cuidarlo y cerró de un portazo. ‘Para que no lo moleste la bulla’, dijo. La rumba siguió su curso y poco después Ritelia empezó a hacer gracias de borrachos e intentó bailar la danza del vientre. No pudo y cayó sobre la mesa de los regalos, allí se quedó dormida. Hay que llevarla a la casa, dijo Jovita. Varios se ofrecieron a llevarla, pero Faustino, que sí sabía tomar, se opuso. Con ella en brazos salió sin reparar en que muchos tenían la vista fija y se deleitaban con la tirita amarilla que se perdía entre las dos pulpas blancas y firmes. Fue Jovita la que corrió a taparla. ‘No puedo permitir que estén recabuchando a mi amiga del alma’, sentenció.
No tardó Faustino en regresar y empezó a doblarles la ración de guaro a los invitados. Muchos, agobiados por el licor y el calor del baile, cogieron rumbo en busca de un sitio donde darle al cuerpo lo que les pedía a gritos. Al borrachito de todas las fiestas, que no quería irse ni dejar de bailar solo, le dio un ‘combinado’ que lo puso a vomitar y luego lo durmió en un santiamén. Eran las dos cuando los vecinos se percataron de que estaban casi que solos en la sala. No hubo blablablá, Faustino aprovechó que Jovita le pidió que la ayudara a aflojarse el sostén porque le apretaba mucho. El hombre aflojó y les dio un sobijo para aliviarlos, empezó por ahí y luego pasó a otros puntos hasta caer en un sexo bestial mientras recorrían la sala entera. El sofá les pareció un estorbo y lo apartaron buscando piso donde pudieran hacer algunas acrobacias no practicadas jamás. Amanecía ya cuando Faustino llegó a su casa y se acostó calladito junto a Ritelia, quien despertó al mediodía y corrió a ayudar a Jovita a limpiar la casa. Solo hizo mover el sofá para meter la escoba cuando halló los lentes de Faustino. El hallazgo le provocó un vacío estomacal, pero los guardó callada. Pensó que a lo mejor se le habían caído. Siguió barriendo. El mundo se le vino encima cuando debajo del otro sillón encontró el calzoncillo amarillo de su marido. Con la prenda en la mano increpó a su amiga Jovita y luego a Faustino. Ninguno pudo dar una explicación.