El morisqueto
- domingo 26 de diciembre de 2021 - 12:00 AM
En las fiestas de Navidad y Año Nuevo nunca falta el borrachín de la familia, mejor conocido en la jerga panameña como ‘El morisqueto', que tiene la tarea de darle un toque humorístico a las celebraciones y alegrar el ambiente.
Jorge, desde que tenía 25 años, era mala copa, pues cuando bebía más de tres tragos perdía la cordura y hasta la pena. Se convertía en el bailarín, esto no solo lo hacía en fiestas familiares sino donde lo invitaran.
Por esa razón sus amistades poco a poco lo dejaron de convidar a las reuniones cuando había buco alcohol para no pasar una vergüenza.
A pesar de que Jorge era un galán de esos que salen en las telenovelas y por las que la doña se babean, sus novias lo habían dejado por ‘morisqueto'. Ella pensaban que iba a cambiar, pero qué va, árbol que nace torcido no sé entereza y Jorge seguía haciendo las mismas payasadas en las fiestas y ya era conocido con el apodo del ‘morisqueto' en todos los confines del pueblo el Limoso.
Jorge, quien ahora tiene 35 años, hace tres años que no era invitado a ninguna fiesta familiar, pero este año, a pesar de que la Ómicron quiere hacer de las suyas, fue tomado en cuenta.
Sus seres queridos temían que tras consumir sus primeras seis cervezas, Jorge terminara hablando en Inglés o en Chino tras haber caído en los tentáculos del dios Baco. Ese día Jorge llegó bien tallado para la ocasión y el perfume que se había puesto se podría oler a dos kilómetros del lugar.
Lo que no sabía sus familiares es que Jorge se había prometido no convertirse más en morisqueto en ninguna fiesta más. Este deseo se lo pidió al "Niño Dios" con todas sus fuerzas y en medio de la pandemia buscó ayuda a través de expertos por líneas telefónicas.
El día que llegó a la fiesta lo primero que le dieron fue una botella de cerveza bien fría y a pesar de que estuvo tentado a cogerlo, decidió rechazarlo. Y dijo: ‘primo, no me ofrezca alcohol en esta noche'. Todos quedaron sorprendidos por su respuesta.
Así transcurrió la celebración y para asombro de los presentes, Jorge no bebió ninguna gota de alcohol. Pero no por eso Jorge no le puso un toque de alegría a la celebración.
Él bailó como un trompo hasta no poder y echó cuentos calientes que sus familiares no dejaban de reír. Al final todos lo abrazaron y le dijeron que así, sin beber, era mejor. ‘Eres alegre, divertido, pero sobre todo respetuoso', le dijeron.
‘Ese es mi regalo de Navidad, para mis seres queridos', respondió mientras seguía la fiesta.