Doñita, doñita...

- viernes 08 de mayo de 2015 - 12:00 AM
Migbelis ya se acercaba a la cuarta década, pero como los años aún no se le notaban le encantaba llamar ‘Don, doña, tío, tía, abuelito, abuelita o doñita' a cualquiera que aparentara unos años más que ella por lo que, en más de una ocasión, se había buscado problemas en la calle. Una vez iba en el metro cómodamente sentada, cuando se subió una señora igual o mejor conservada que ella, pero Migbelis, practicando la metrocultura, de inmediato se levantó y le ofreció el puesto, pero la otra pasajera le dice ‘¿Qué te pasa, cómo me vas a ofrecer puesto si te ves igual o más vieja que yo? ¡Payasa!', a lo que Migbelis prefirió no continuar con el pleito porque aquella se veía de puño pesado.
El esposo también tenía la misma manía, pero, por lo general, las damas lo confundían con caballerosidad. Una tarde, en horas en que la vecindad completa llega casi sincronizada, Julito pasaba frente a la casa de los eternos jóvenes y saluda a sus vecinos. Estos responden, pero Migbelis descaradamente le pregunta, ‘¿Y la doñita?'. A lo que Julito (que traía ganas de pelear por un descuento en su quincena) le responde: ‘¿Cuál doñita?, ¿de quién me habla?', y Migbelis le dice que su mamá, que de qué otra doñita le preguntaría. De inmediato Julito alza el tono de voz, se les acerca y les grita que cómo le van a llamar doñita a su mamá, que si bien esta ya es una señora, pero que una doñita es aquella con voz más aguda, con los senos caídos y con el cabello completamente gris. ‘Pero acéptalo, tu mamá ya tiene cierta edad', dijo la atrevida Migbelis. ‘Otra agüevazón de ustedes es esa frasecita ‘de cierta edad', hasta que cansan, ya los veré arrugados y encorvados por la calle en sus tracalerías que acostumbran', sentenció Julito. Migbelis y el esposo se volcaron a negar esto y formaron tal pleque pleque que la vecindad entera se acercó a presenciar la disputa y llegaron a tanto que terminaron los tres en la corregiduría.
Ya dentro, el corregidor intentó calmarlos pero lo logró después de media hora de griterías y comenzó a decirles que el diálogo arreglaría entre los tres las diferencias. Pero ambas partes tenían ganas de joder al otro desde hace tiempo y fue Julito quien sacó el mejor as bajo la manga y victoriosamente dijo frente a todos, ‘Si son tan gallitos, expliquen entonces cómo un día amaneció la vecindad con la noticia de que habían terminado la terraza, justo el día que desaparecieron los materiales con que el corregidor nos construiría a parada', y eso fue todo lo necesario para que, en menos de diez minutos, la pareja de jóvenes eternos estuviera tras las rejas, donde permanecieron un largo año, pero el castigo más grande para Migbelis fue que, durante su estadía en la cárcel, le cayeron todos los años que cargaba y ahora al salir por la calle también la llamaran ‘doñita, tía, seño…'.
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Indignado: ¿Cuál doñita?, ¿de quién me habla?
Enojado: ‘Otra agüevazón de ustedes es esa frasecita de cierta edad'