¿De qué murió?
- jueves 29 de noviembre de 2012 - 12:00 AM
A unque ningún familiar daba noticias de la salud de Abelardo, no pudieron evitar que el pueblo se enterara de su defunción.
Y fueron muchos los necios que desoyendo la petición de la viuda se acercaron al hogar del difunto a presentar las condolencias que nadie recibió, otros, sobre todo las damas, se aparecieron con flores compradas en la única floristería o robadas.
Carmen, la viuda, no se dignó a alargar la mano para recibir las flores. Tampoco le dio la gana de consolarse con el abrazo que le ofrecían algunos, a quienes dejó con la mano extendida mientras seguía con la mirada fija en la televisión. Casi al anochecer, algunos preguntaron cuándo traerían el cuerpo. A pesar de que le repitieron la pregunta un centenar de veces, la mujer no contestó.
Unas mujeres piadosas trataron de ir a la cocina a preparar café para repartir, pero la viuda se puso insolente y las sacó de la casa. Luego mandó a todo el mundo a descansar, pero no dijo a qué hora traerían al muerto, por lo que muchos se retiraron preocupados por no saber a ciencia cierta cuándo sería la despedida de Abelardo.
A pesar de la petición de la viuda, muchos hicieron guardia frente a la casa, al día siguiente, y estuvieron en primera fila cuando llegó el cadáver. La empujadera fue colosal, la gente quería verle la cara al difunto, pero Carmen, con su habitual cara de loca, levantó la tapa del féretro y lo miró con una sonrisa rara, y enseguida, con un ademán raro, la tiró con rabia y volvió a ver a los presentes, que ya formaban una fila para despedirse de Abelardo.
¿Alguien sabe de qué murió?, preguntó una mujer. La viuda volteó sus ojos saltones hacia el grupo y gritó: ¡¡¡¡Qué diablos les importa, estúpidas!!!!
Fue la cura milagrosa para acallar a las curiosas, ninguna volvió a preguntar sobre las causas del fallecimiento del hombre, hasta que llegó don Belisario, con su bastón y su sombrero, dispuesto a darle la mano de la condolencia a la viuda, que también le hizo la grosería al viejo, quien sí no se quedó callado ante el desaire.
Deme la mano, carajo, que yo vine de muy lejos a darle el pésame y no me va a dejar usted como al gran pendejo.
Carmen le extendió la mano de mala gana y ordenó que era hora de salir con el cuerpo porque el cielo anunciaba una lluvia fuerte.
Don Belisario soltó una retahíla de oraciones en latín que nadie entendió, primero porque esa es una lengua muerta que ya nadie usa, y porque el llanto destemplado de Carmen le quitó protagonismo a la devoción del vétero.
Ya en el cementerio la gente se apretujó en torno a la sepultura con el afán vivo de que Carmen se condoliera y los dejara echarle una ojeadita al muerto, pero la mujer abrió la tapa un ratito y la cerró enseguida para dar comienzo nuevamente al lloro destemplado y ruidoso.
En eso estaba cuando oyó un cuchicheo de unas mujeres. Pensó que estaban debatiendo sobre la enfermedad que llevó a su marido a la tumba y paró la oreja.
Nadie supo qué oyó, pero la vieron acercarse amenazante a las mujeres gritándoles ¡¡¡él no murió de eso!!!, y las empujó con violencia. El ataque sorpresivo hizo que las mujeres se tambalearan y cayeran de bruces encima del féretro, que alguien, aprovechando el desconcierto de Carmen, había abierto, para darles la oportunidad a los vidajenas de mirar al muerto, sobre quien cayeron las damas lengüilargas. Una de ellas, al sentir la frialdad del difunto, dio un alarido de terror y se desmayó sobre el cuerpo exánime.
Fue indescriptible lo que se vivió a partir de ese momento. La gente empezó a huir en diferentes direcciones. Nadie auxilió a la desmayada ni ninguno se quedó a acompañar a Carmen a enterrar a su marido.
MORALEJA: CUANDO EL DOLIENTE EXPRESA QUE NO QUIERE COMPAÑÍA EN EL FUNERAL ES PRUDENTE HACERLE CASO.