El cholito del café
- lunes 20 de junio de 2011 - 12:00 AM
El cholito del café El Cafetal cumplía diariamente con su labor de asear los baños y trapear el comedor, situación que hacía con mucha dedicación, ya que es oriundo de Las Guabas de Coclé, pero que tuvo que emigrar hacia la capital en busca de mejores días, ya que en su pueblo natal la cosa estaba dura.
Ya tenía dos años de ser el aseador del café, donde se ganó la simpatía de los comensales, no así de las saloneras, que lo veían como poca cosa, quizás por ser el que aseaba los baños y otro tipo de labores propias de un restaurante de lujo.
Las saloneras lo ignoraban, no le ponían atención, a pesar de que era joven, buen mozo y humilde, ya que las mujeres que laboraban en el café solamente tenían ojos para los cocineros, que ganan buen salario y los que preparan los emparedados, en ocasiones, con algunos clientes acostumbrados a enamorar a mujeres con olor a café.
Una tarde, Arcadio, como se llama el cholito, recibió una carta por parte de la gerente del café, quien se la leyó porque el infortunado hombre estaba lejos de las letras, nunca había ido a la escuela, la carta era de su abuelo paterno, quien estaba en su lecho de enfermo, allá en Las Guabas de Coclé, quien le mandó a decir que le tenía un regalo antes de cantar su última saloma.
La gerente le concedió el permiso que Arcadio había solicitado para visitar al abuelo en su pueblo natal, adonde llegó al día siguiente, la casa estaba repleta de nietos, sobrinos, hijos y otros familiares, lo que sorprendió al cholito, ya que a su abuelo, nunca antes lo había visitado tanta gente de la misma familia.
El abuelo, tartamudeando le confesó que estaba a punto de morir, pero que le dejaba un globo de terreno valorado en dos millones de dólares, lo que motivó el disgustos de otros familiares, a quienes los pasaron por manteca, ya que nunca atendieron al viejo, como lo hizo por muchos años el cholito.
Regresó a la capital, se incorporó al trabajo, pero la bola se había regado entre los compañeros de trabajo, las saloneras empezaron a darles sus mejores sonrisas, otras lo invitaban a salir y las más atrevidas, a matar el caso en cualquier hotel.
El afortunado cholito se metió en una escuela para aprender a leer y sumar, ya que tendrá que saber muchas matemáticas para manejar tanto dinero, pero la gerente del café, Marianela, empezó a enamorarlo, cerró la puerta, se desnudó y se le puso en posición atrevida, mostrando sus piernas torneadas, senos grandes y que decir de sus nalgas, redondas como melones, pero que va, cuando la diabla va a misa, engañarte quiere.
El cholito sabía que dentro de esa proposición había malas intenciones, por eso la rechazó y con el tiempo se juntó con Sabrina, otra cholita de Las Guabas de Coclé, quienes se conocen desde niños y se casaron en su pueblo natal.
En el café El Cafetal, todas las mujeres se lamentan de haber rechazado al cholito, por el simple hecho de que lavaba los baños, ahora es rico. Su abuelo murió y fue sepultado en su pueblo natal—Las Guabas de Coclé--- donde ahora, su nieto Arcadio es un potentado dueño de fincas y ganado, mientras que las saloneras, incluyendo a la gerente, lloran al cholito del café.