El afrodisiaco de Blas

El amor de Nora hacia su esposo quedó en entredicho la tarde en que muchos vecinos la vieron entrar al apartamento de don Nacho, en el q...
  • jueves 01 de septiembre de 2011 - 12:00 AM

El amor de Nora hacia su esposo quedó en entredicho la tarde en que muchos vecinos la vieron entrar al apartamento de don Nacho, en el que solo estuvo unos minutos, pero las mentes calenturientas de aquellos hicieron correr el rumor de que fueron horas. Algunos, los ‘más locos’ y los de las ‘pajas mentales’ creyeron ver que él, cuando salió a despedirla, solo vestía un minúsculo bóxer.

La sensual Nora, guapa, alta, delgada y con tipo de modelo europea, afronta sola las dificultades de la economía familiar mientras su marido, Eloy, se recupera de una enfermedad.

A partir de esa tarde, las visitas de Nora son frecuentes dando pie a los comentarios lujuriosos y a que Blas, uno de los solteros cuarentones del edificio y a quien las hormonas están a punto de volverlo loco, pero por complejo de ‘su chiquitín’ no se atreve a hacerlo de verdad, se desnude y desde la ventana de su apartamento mire y mire hacia el lugar donde están ‘los infieles’ mientras se entrega a una intensa sesión de masturbación con la que ‘consuela’ a su vieja abstinencia sexual.

Las inocentes entrevistas de Nacho y Nora no solo perturban los sentidos de Blas, en otro apartamento cercano también sufre Vera, la solterona que tiene dos décadas que no siente la emoción de unas caricias de macho, pero contrario a Blas, ella no es capaz de autocomplacerse y entra en un martirio tan grande cada vez que ve a Nora cruzar esa puerta azul que solo anhela que esa vaina se acabe cuanto antes, pues no es justo, coño, que unas tengan dos maridos mientras que otras no tienen ninguno.

Tantas eran las ‘pajas mentales’ de Blas que ya hasta se entristecía cuando no veía a Nora subir y buscando desahogar su pena de amor se lo contó a Vera, quien en lugar de aconsejarlo, se enfureció tanto por esas visitas que causaban sufrimiento entre el vecindario que tomó la decisión irrevocable de ir a contárselo a Eloy y lo haría en un momento en que los amantes estuvieran juntos para que el marido pusiera orden y tuviera la prueba contundente. Blas se disgustó tanto por la decisión de Vera que regresó desanimado a su casa, pero la frustración le duró poco, pues en ese momento entraba la elegante y amorosa Nora.

Estaba Blas entregado a la más deliciosa masturbación con la mirada fija en la puerta azul cuando vio a Eloy que junto a su madre entraba al apartamento de don Nacho.

Armada de un gran paraguas entró la dama dispuesta a defender a paraguazos la honra de su hijo, pero lo hacía con tanto alboroto que atrajo la atención de los vecinos que se unieron a Vera quien fue, por supuesto, la primera testigo del adulterio.

Los primeros sorprendidos fueron la madre y el hijo, pues ‘los adúlteros’, ensimismados en su quehacer, ella, concentrada posando, vestida con una bata marinera, y tratando de parecer feliz mientras sostenía en su boca un pescado crudo, y él, tratando de captar el mínimo detalle para que la pintura pareciera tan real y así mismo poder cobrar mucho dinero, que necesitaba ella para la escuela de sus hijos y otros compromisos que su enfermo marido no podía afrontar y él para reunir lo necesario y poder traer pronto a su amado Phillipe, un francés esmirriado al que amaba profundamente…

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