
- domingo 11 de mayo de 2025 - 8:00 AM
En varios países del mundo, especialmente en América Latina y Asia, existen los llamados “taxis boy”, una mezcla de transporte y servicios sexuales ofrecidos, en su mayoría, por hombres jóvenes. Aunque algunos se promocionan abiertamente como “acompañantes”, muchos operan de forma clandestina, y detrás del aparente glamour, hay una realidad peligrosa.
Este fenómeno se ha detectado en países como Brasil, Colombia, República Dominicana, México, Filipinas y Ucrania. En Brasil, por ejemplo, los “táxis boys” han sido comunes en ciudades como São Paulo y Río de Janeiro, donde jóvenes se ofrecen como choferes particulares con “valor agregado” para clientas de alto poder adquisitivo. En Medellín, Colombia, el turismo sexual ha impulsado un mercado similar, donde mujeres extranjeras contratan hombres como guías turísticos que luego se convierten en acompañantes íntimos.
Sin embargo, este mundo no está exento de riesgos. En 2019, en Bogotá, una mujer de 37 años fue hallada muerta tras haber contactado con un “taxi boy” por redes sociales. La víctima fue drogada y despojada de sus pertenencias. El sospechoso, un joven de 22 años, fue capturado semanas después y vinculado a otros dos casos similares.
Del otro lado, también hay hombres que han resultado víctimas. En República Dominicana, un joven de 24 años que ofrecía sus servicios como “taxi boy” fue asesinado en un apartamento turístico por una pareja extranjera que, según la policía, intentó extorsionarlo antes de matarlo. El caso encendió las alarmas sobre los peligros que enfrentan estos trabajadores sexuales en la sombra.
El gran problema de este fenómeno es que no existe ninguna regulación que lo controle. Al operar en la clandestinidad, no hay mecanismos de protección, ni para los clientes ni para quienes ofrecen el servicio. Muchos de estos jóvenes son reclutados por redes que los explotan, especialmente si provienen de zonas pobres o sin oportunidades laborales.
En Panamá no hay evidencia de una red organizada de “taxis boy”, pero con el auge de las redes sociales, es posible que el modelo comience a replicarse. Las autoridades deben estar vigilantes, no para criminalizar, sino para prevenir abusos, proteger vidas y evitar que lo que parece una simple fantasía termine en tragedia.