- miércoles 08 de diciembre de 2021 - 12:00 AM
Mamá dijo regreso
(A mi abuela Apina)
Una mañana a plena luz,
Solitas se quedaron.
No salgan, -dijo la madre
Y con voz queda, susurró: regreso.
Miradas inocentes se intercambian
Y a las claras se observa, que en su asombro,
No comprenden la ordenanza: ¡no salgan!
¿Dónde va? ¿Por qué se fue?
No lo dijo, y ‘solititas' se quedaron.
Tras la puerta se perdió
Segura de su paso, de su rumbo,
Sin volver mirada atrás.
No supo cómo quedaron
Esos rostros apagados
Con sus ojitos nublados
Y puchero en llanto, sus boquitas,
Pero la madre dijo: ¡no salgan!
Y con voz queda, susurró: regreso.
Sin reflexionar del peligro:
Fuego, violación, maltrato…
Pasó la puerta, y se fue
Sin volver mirada atrás,
Muy segura de su paso:
Determinada se fue.
Se fue. Se fue y las dejó
Sin futuro y sin amparo
Y ‘solititas' se quedaron
Con su más ingenua esperanza:
Mamá dijo regreso.
Esa mañana,
A plena luz de mediodía,
Apareció un ángel
Vestido con delantal mojado,
Oloroso a jabón de barra,
Frente sudorosa tenía,
Y por la puerta de la huida, entró:
Ahí estaban solitas, ‘solititas'
Con su más ingenua esperanza:
Mamá dijo: regreso.
El querubín extendió sus manos cenicientas
Por el sebillo del jabón gastadas,
Y sonriente, y determinado dijo: ¡nos vamos!
Los ojitos inocentes,
Aún nublados, se miraron,
Y en sus mentes confundidas
Repitieron la ordenanza: ¡no salgan!
Mamá dijo: regreso.
(2008)
Madre
La muñeca de la abuela
(A mi nieta Alyson)
I
Está la abuela sentada
En su silla mecedora.
Mece, remece y mece.
Y así, pasa las horas.
Está la abuela cantando
Una muy linda canción
Y aplaude, y baila contenta,
Y ríe con gran emoción.
Está la abuela observando
La chiquillería correr,
Y entre ellos, busca una niña
Que pequeña debe ser.
La abuela está aburridita,
Solita, triste, afligida…
Pensando en una muñeca:
Rubia, pequeña, preciosa…
La abuela no se equivoca.
¡Ahí está!, ¡ya la vio!
Es rubia, pequeña, preciosa.
Tal como la hermosa soñó.
II
Está la abuela sentada
En su silla mecedora.
Mece, remece y mece.
Y así, van pasando horas.
Está la abuela esperando
Que la pequeña se acerque.
¡Y la nena llega, y pregunta!:
¿quieres que me quede, abuela?
¡Está la abuela contenta!
Su rubia muñeca le ha dicho:
Hoy, contigo me quedo,
¡peina mi cabello, abuela!
La abuela está entretenida
Peinando esa rubia cabellera.
Y para sí, ríe y piensa, y piensa:
–si tan solo tuviera un ricito.
Y es que la abuela es grifa, chiquita,
Canela es su piel de seda,
Y le adornan sus mejillas
Dos huequitos: ¡qué bonita!
III
Está la abuela sentada
En su silla mecedora.
Mece, remece y mece.
Y así, ya han pasado horas.
¿Cansada, abuela? Descansa:
Tu sueño yo velaré.
Y moviéndole la silla, observa
Cómo se duerme la abuela.
Chis: está la abuela dormida
Soñando con su muñeca:
Ojos gladiola, boquita de rosa.
Rubia, pequeña, preciosa.
Su hermosa: no es la muñeca de tusa.
Ni aquella vestida de azul,
Ni una de trapo con lindo traje de tul.
Es una rubia muñeca, su musa.
Está la abuela quietita…
La toca. ¡No contesta!
–No se mueve, ¿qué le pasa?
¡Ay, ay, ay, qué despierte!
(Se mece la silla,
Y brilla el deseo de la abuela).
Para sorprender su sueño
Se corta los rizos, la niña
Y le adorna la cabeza: ¡qué bonita!
(2007)
Bolas de fuego sin defensa
Al destello de la luz, proclama:
A las rutas perseguidas,
A las vertientes abiertas,
A los caminos ofrecidos,
A la negación de todo, a todo,
Confesiones de sus trillos escabrosos
Denunciando las penurias
De sus cauces abiertos,
Enfrentando su existencia
Sin ruta segura ni horizonte,
Y, muchas veces, sin camino, sin fin, sin nada.
Entre luces, evitando encontrarse
Con sus sombras,
Ha llegado a preguntarme:
¿Qué del infortunio del poeta
Que no alcanza el verso de su lira?
¿Qué del obrero explotado,
Sudor por fuerza del mazo a contragolpe:
Escueto, a todo sol y a toda lluvia?
Pero yo, curioso insisto,
–¿y de tus sombras?
(Un poco se concentra
En esas indefensas situaciones
Que guardan las profundas cicatrices
Más del corazón, del alma,
Que hablan lo ocultado tanto tiempo).
Evoca, y bien me dice:
–Del llanto infantil, recuerdo el dolor oculto
Disipado en la maternal caricia,
Así como la risa iluminada y mágica
Del rostro de mi abuela negra:
(¿Cuál de ellas? –Sí que lo sé)
El halago permanente
Y la celebración de todo
Con amor, y vida, y alegría.
(Y asegurando
De su abstracto, lo concreto,
Sigo y le pregunto:
–¿Qué más recuerdas?)
–Mi nombre fijo, quitado el apellido,
Que ‘AL' origen, umbral de mi memoria,
Fue herencia de la sangre no negada.
¿De una frase inocente dicha?
El golpe certero a tapaboca.
¿Y de la oscuridad silente?
Las manos atrevidas denunciadas:
Sin juicio, sin censura, ni reproche…
(Y más que recordar mis atropellos, –Sigue).
Vivo una pena desde siempre:
El maltrato al infantil trabajo
Pagado con duro grano
–sin importar dorado
O parecido, en su negritud color, con Colón
En la tez humana de mi tierra–
Sin remojo ni aderezo,
(quizá, guardado para el can sin dueño
Que llega no invitado cada tarde,
O igual, para la cría del chancho navideño)
Que ofrecido en su redondez deforme
Fue brasa lacerante a mi garganta,
Ofensivo a mi inocencia,
Aceptado por temor a la mirada inicua
Y brindado con falsa compasión
En un abuso a mi famélica orfandad.
Hoy, al recordar que por nombre
La llamaron "pobrecita",
Y todavía le preguntan: ¿eras tú, esa niña?
Sin temer a nada ni a nadie, ella responde:
–¡Sí!
¡MALDITOS! ¡Y MISERABLES SEAN!
¡PERO YA NO MÁS: NO,