Vasco Núñez de Balboa y Pedrarias Dávila 

Dos personajes que dieron un giro a la historia del istmo
  • miércoles 07 de agosto de 2019 - 12:00 AM

La ruptura del régimen señorial tribal y de aldeas desarrolladas en Panamá en el momento de la conquista sufre un drástico destino. En ese proceso actuaron dos personajes que dieron un giro a la historia del istmo: Vasco Núñez de Balboa y Pedro Arias Dávila, ambos hombres de hierro y de personalidades dominantes que ejercieron el poder. El primero en Santa María del Darién. Balboa natural de Badajos, fue criado de Portocarreño, y había recorrido las costas del Darién con Rodrigo de Bastidas. Balboa no era estirpe de la nobleza, y se le acuñaba el título de un hidalgo segundón, además, se había escapado de la isla Española (Santo Domingo), cuando se introduce en el barco del Bachiller Fernández de Enciso. Con su audacia le quitó el poder a Diego de Nicuesa y se declara alcalde en marzo de 1511, en la recién fundada Santa María del Darién.

Mientras tanto, la historia seguirá tejiéndose y el factor de la riqueza del oro, impulsó al Rey a designar a Pedrarias con el cargo de gobernador. Siendo miembro de la élite social, fue educado desde niño en la corte, luego entra a las milicias castellanas en el reinado de Enrique IV.

El dirigente del Cabildo en Panamá, Balboa, es un caudillo local y se interna en las poblaciones indígenas. Pacta y ataca a los indígenas si el caso lo requiera. El proyecto de Balboa era intentar desde Panamá ejecutar la misión de encontrar el ‘espacio dudo' que añoraba Cristóbal Colón y manda carta al monarca con la intención de deslumbrar a la corte sobre el oro. Así, le escribe Balboa refiriéndose al oro: ‘muy gordos… que son del tamaño de las naranjas y como el puño'. Para lograr su objetivo, Balboa sigue los relatos de los indígenas y su misión será buscar el océano transmitido a él por los indígenas.

El cronista Oviedo relata la aventura de Balboa pasando por los caseríos de Ponca, la provincia de Quareca y llega al mar del Sur, tomando posesión en nombre de los reyes. La noticia despierta obsesión del Rey por las riquezas y manda a Santa María del Darién a Pedrarias Dávila, gobernador y capitán general y gobernador de Castilla del Oro. Pedrarias asume la dirección de la colonia el 29 de junio de 1514, y se así inicia la lucha del poder.

La historiografía tradicional u oficial ha dividido ambas figuras entre Balboa, el bueno, y Pedrarias, el malo. Era una visión maniqueísta de sentido romántico que se advierte inclusive en la narrativa panameña cuando se idealiza a Balboa en la obra de Méndez Pereira ‘El Tesoro del Dabaibe', escrita en 1934. Ya lo había señalado Rafael Ruiloba como paradojas de la historia, cuado ejemplifica que la novela histórica de Méndez se presenta ‘en un contexto cultural permeado por un nacionalismo panameño en busca de una identidad frente a la influencia estadunidense'.

La decapitación que sufre Balboa en Aclá por orden de Pedrarias lo lleva a la mitificación de un héroe que lo asume en el calvario histórico. Sin embargo, ambos, aparte de quererlos colocar en un pedestal o símbolos del héroe nacional utilizaron las tácticas depredadoras contra la población indígena. Tanto Pedrarias y Balboa ranchearon y ejecutaron sus entradas a la tierra mediante el asalto, la tortura y el despojo de las riquezas. Así lo describe el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, Pascual de Andagoya y Gaspar de Espinosa.

La misión de Pedrarias fue ejercer su poder desde el 15 de agosto de 1519, arrasando las poblaciones y para ello, ejecutó con firmeza El Requerimiento, instrumento jurídico que desataba la Justa Guerra contra las poblaciones e imponía el saqueo del oro, y la explotación del indígena. Una ligera meditación nos lleva a reconocer en Pedrarias y Balboa la psicología del conquistador. España había vivido siete siglos de lucha contra los infieles y reproduce ese esquema mental de batalla, pero esta vez en poblaciones más débiles militarmente.

Tanto Balboa como Pedrarias ejercieron su gobierno con un individualismo y el vasallaje contra el indígena. Las características de ambos aplicados a la interpretación que nos brinda Carlos Pereira son ‘astucia, malicia y solercia'. Planteado el análisis ahora en los 500 años de la ciudad de Panamá, entrar a la historia sin mitos, o alabanzas con marcos de referencias reales. Fuera de eufemismos enfermizos y alocuciones donde Panamá de la colonia era el paraíso terrenal. Cultura o tortura, civilizadores que perseguían idolatrías para ocultar su desenfreno por la esclavitud amparada en los clásicos de la política del aristotelismo el esclavo es necesario. Este es el debate de los 500 años.

El reclamo es oportuno y sin copia alegórica del gran caudillo que tiene más estatuas incluyendo sitios de diversión que cualquier héroe nacional. Una visión postcolonial debe asumirse que sin un apelativo de gran señor, en visión reivindicadora de la historia oficial donde el dogma obtuso haga de la historia nacional un fundamento teórico práctico en acción de los grupos étnicos de nuestra patria.