Un día en la vida de un empaquetador de supermercado
- lunes 10 de junio de 2024 - 1:00 AM
El sol ya comenzaba a salir sobre la ciudad, iluminando las calles y los edificios. En un supermercado local, un empaquetador llamado Juan, se preparaba para enfrentar otro largo día de trabajo. Con su uniforme ajustado, salió de su hogar y comenzó su viaje hasta su lugar de trabajo, el supermercado.
Aproximadamente 40 minutos le toma llegar a su destino. Desde que sale de la casa de sus padres, en Cabra Santa Isabel, hasta un reconocido supermercado, del área de Don Bosco.
Al llegar al supermercado, Juan, se unió a sus colegas en el área de empaquetado. Juntos, comenzaron a prepararse para el día. Una charla amena, y un breve desayuno, forman parte de la antesala de la jornada laboral. Los días suelen comenzar lento. Van llegando los clientes y los empacadores están a la espera.
A lo largo del día, Juan y sus colegas empacadores se apoyan mutuamente. Hay momentos en los que algún compañero, no ha podido empacar y, por ende, no ganar dinero. Entonces es cuando se ve la solidaridad de los compañeros. Si en la caja que estoy llega un cliente con productos para empacar y hay un colega que no ha tenido la oportunidad, se pasan el cliente y así terminan siendo más equitativos.
En las calles está la duda. ¿Los empacadores tienen salario fijo o solo cobran de las propinas de los clientes? Pues, los empacadores cobran únicamente de los pagos que brinde cada cliente. Hay días buenos y otros no. Los mejores son los días de quincena, décimo, etc. También, días en los que con suerte se hacen 10 dólares. Termina siendo un trabajo cambiante.
Ser empacador no es fácil. Un trabajo que es todo el día de pie. También, por más que empaques, no te garantiza que te den propinas. Hay clientes que solo dan las gracias o ni si quiera eso. Juan, cuenta que, en una ocasión, una cliente de edad avanzada le hizo llevar sus paquetes hasta su casa (algo cercana al supermercado) y al terminar el encargo, solo recibió ‘’un cuara’’ y las gracias. Al regresar al sitio de trabajo a sus compañeros les pareció algo inédito y las risas de burla, no faltaron.
A las 5:00 p.m., la jornada de Juan llegó a su fin. Exhausto pero satisfecho, se despidió de sus colegas y se dirigió a su hogar. Durante el camino, reflexionó sobre el día que había pasado. Pensando en el día que consiga un mejor trabajo. Aunque no se avergüenza de su empleo, él anhela algo mejor y no descansará
Roberto, tiene un reto todos los días. Por las mañanas, estudia la carrera de Administración de Empresas, en la Universidad de Panamá. Al salir de la universidad, labora como empacador.
Vive con su madre y sus dos hermanos, es el mayor. Madruga todos los días. Procura estar en la calle a las 6:00 a.m., para así lograr llegar a la Universidad puntualmente. Enciende sus auriculares y aborda el concurrido Metro de Panamá. Al llegar a su estación de destino, camina hasta su facultad. La primera mitad de su día a comenzado.
Al culminar su jornada de estudio, sabe que le espera una larga jornada laboral. Con algo de sueño y hambre llega al supermercado. Se cambia, almuerza, acompañado de un café y si tiene chance de leer o estudiar algún material de la universidad, lo hace.
Roberto, es un joven, en su primer año de universidad, que tiene como ‘hobbie’ el fútbol, se da cuenta que en la vida hay que hacer sacrificios y este es uno de ellos. Ya no tiene tiempo para practicar el deporte que le apasiona. Estudiar, trabajar. Trabajar y estudiar. El ciclo al que se ha acostumbrado durante lo que va del año y al que ha apostado, para salir adelante y responsabilizarse por sí mismo, de sus estudios.
Durante el día, atiende a la mayor cantidad de clientes que pueda. Muestra disposición y siempre procura atender bien a la clientela del supermercado. Roberto, afirma que le va bien en el lugar donde trabaja, los clientes dan buenas propinas y se lleva bien con sus compañeros.
Al terminar su horario de trabajo, se dirige a su casa. Sabe que el día no ha terminado y las asignaciones de la universidad deben cumplirse. Mientras llega a su hogar, ve a sus amigos y vecinos, jugando fútbol. Roberto, los saluda y sigue de largo, sabe que su amado deporte es secundario ante su compromiso consigo mismo.
Roberto no era solo un empaquetador, era un trabajador que se esforzaba por hacer su trabajo lo mejor posible. Su dedicación y su compromiso con la calidad son un ejemplo para los jóvenes de su edad. Su jornada diaria es testimonio de la fuerza y la determinación que caracterizan a los trabajadores que se esfuerzan por hacer una diferencia en su trabajo y vida.