El pastor que rescata almas perdidas entre cantinas
- domingo 04 de junio de 2023 - 12:00 AM
Frente al Mercadito de Calidonia ocurre de todo, desde robos hasta balaceras, pero en medio de ese caos, un pastor cristiano trata de rescatar las almas descarriadas que entran y salen de las cantinas, presos por el alcohol y el vicio.
Este hombre imparte la palabra de Dios las noches de los miércoles, jueves y viernes, en un callejón cercano, sin importar el bullicio del tráfico y música estridente que sale de las cantinas vecinas.
El pastor se llama Luis Del Río y la lleva 30 años dirigiendo una iglesia improvisada en medio de vendedores de verduras y frutas que vociferan sus productos a los transeúntes cuando buscan un transporte para ir a sus casas.
Es la 7 de la noche del miércoles y unas 20 sillas blancas de plástico se apilan en el pasillo frente a locales comerciales. Hay un par de personas sentadas y un predicador que con micrófono en mano, grita a todo pulmón: ‘¡Afuera espíritu! ¡Rompe todas las cadenas!, Padre a su gloria'.
En la improvisada iglesia hay un pequeño altar y el culto se da generalmente entre las 7:30 a 9:00 de la noche. La prédica no se detiene a pesar de la música escandalosa que sale de las cantinas, donde los hombres se deleitan con una cerveza bien, fría al ritmo de la melodía ‘Me enamoré', de Anthony Santos, ‘El Mayimbe'.
Es como si en ese lugar cada noche se escenificara una lucha encarnizada entre Dios y las tentaciones carnales de Satanás.
Un hermano de la iglesia con saco y una biblia en la mano camina de un lado a otro y ora para que en el lugar reine Dios y no Satanás.
Aparte de cantinas, en ese sitio también abunda la droga y hasta hay un local donde se venden objetos para la brujería o magia negra. A unos 50 metros de donde se lleva a cabo el culto, se encuentra la Iglesia de Ministerio a Dios sea la Gloria, dirigido por el pastor del Río, de unos 75 años.
Del Río, que viste saco azul, camisa blanca y corbata gris, dice que aunque uno no lo crea ‘este lugar antes era una cantina'. Sentado en una silla plástica confesó que de joven muchas veces se metió a esa cantina a tomar trago antes de convertirse en un siervo de Dios.
En esa época, recuerda, nunca le pasó por su mente que algún día sería pastor de una iglesia ni mucho menos que rescataría almas en ese mismo sitio de perdición donde también llegó a buscar a su papá alcoholizado.
‘Hace siete años esta instalación se convirtió en una casa de Dios, porque antes yo predicaba en las calles', explicó Río mientras suena una música cristiana en el recinto.
La iglesia, aparte de cambiarle la vida a decenas de personas del mal vivir, también abre sus puertas para acoger a personas sin hogar, tanto panameños como extranjeros. ‘Aquí llega gente de todas partes. Tenemos dominicanos, colombianos y hasta haitianos', dice el pastor.
El haitiano Rodney Jules, es uno de ellos. Dice que ha viajado a varios países predicando la palabra de Dios y que actualmente se encuentra haciendo esa misión en suelo panameño.
La iglesia cuenta con varios dormitorios para acoger a las personas que no tienen a dónde pasar la noche, en la planta baja hay dos, que son para personas de tercera edad o discapacitados. También tiene un comedor.
En un altillo, que para llegar hay que subir 10 escalones, hay dos habitaciones más, una para varones y otras para mujeres. Los colchones están tendidos en el suelo. No cuentan con aire acondicionado y tiene poca ventilación, pero para las personas que viven en la calle el sitio se convierte en la salvación.
‘Muchos de los que llegan aquí han seguido la palabra de Cristo y hasta han ayudado abrir células de la iglesia en otras partes del país', comenta el pastor, quien mantiene la iglesia con donaciones y parte de su jubilación.
Cuando se le pregunta si ha recibido amenazas para que salga de allí, el pastor se pasaba la mano por su cabello canoso y responde: ‘Claro que sí, pero hemos salido liberados y seguimos en nuestra misión'. Y a pesar de los obstáculos, no se arrepiente de haber aceptado a Dios en su vida; 'Sin él, yo sentía un vacío en mi ser, algo que es inexplicable', expresa el hombre de Dios.
Del Río confiesa que sueña, antes de que su padre celestial se lo lleve de este mundo, tener un lugar más amplio para seguir ayudando a quienes necesitan un techo y seguir compartiendo la palabra de Dios.
El pastor se levanta y camina al culto que se escenifica en Calidonia. Los predicadores siguen gritando ante un público, esta vez más numeroso. Tienen fe que en medio del bullicio y la música que sale de la cantina, lograrán rescatar a las almas perdidas.