Del odio al perdón: guía para la liberación personal

La psicología del odio, del rencor y del perdón, no solo sirve al perdonado, también al agredido
  • domingo 15 de marzo de 2020 - 12:00 AM

‘!Lo odio¡ Lo odio con todas las fuerzas de mi corazón. Siento asco de solo verlo y le guardo un profundo rencor. Nunca había detestado a alguien como lo detesto a él. Ojalá se muera el muy h...', decía Clara. Le bastaba ver a Rafael para que los sentimientos de odio y de rencor brotaran en ella. Lo odio tanto –insistía– que nunca podré perdonarlo por lo que me hizo. No puedo verlo porque el odio aflora en mi corazón. En el caso de Clara el rencor y el odio surgió de los reiterados disgustos, insultos, abusos de confianza, engaños, ofensas y maltratos que le causara Rafael a lo largo de los diez años que estuvieron juntos.

Antes había escuchado manifestaciones de odio similar a los de Clara, pero en esta ocasión le dedique unos momentos a meditar sobre este sentimiento y acerca de cómo una persona se puede liberar de ellos. La psicología define el rencor como un sentimiento de enfa do profundo y persistentemente arraigado que desequilibra y enferma el cuerpo y la mente. Este resentimiento se va acumulando, convirtiéndose en odio y puede generar deseos de venganza. Este deseo de venganza, este odio, es alimentado por el propio sujeto al punto que se hace insoportable, que impide serenarse y observar las cosas desde la distancia.

Como cualquier sensación humana, el rencor puede ser adaptativo y suele aparecer cuando la persona se siente engañada, humillada u ofendida y cuando no ha tenido o podido expresar a su agresor su ira, para equilibrar la balanza. y que el agresor vea que ha causado daño y dolor, que sea empático y que pida perdón. Así, al ser incapaz de expresarla adecuadamente en su momento, queda la incomodidad por dentro, Se estanca y cada vez se va pudriendo más. Se retroalimenta con los pensamientos propios rumianticos y al final, a quien más daño hace, es a uno mismo.

Por lo que, llevarlo demasiado lejos puede tener un efecto boom erang y no deja remontar el vuelo y ser felices de forma autónoma. De esta manera el rencor termina convirtiéndose en una cárcel. Pero no una impuesta por los demás, sino por nosotros mismos. Este sentimiento de odio profundo no nos permite avanzar, pues continuamos arrastrando todo aquello que está en el pasado y que ahí se debería quedar. Lo que es peor, en ocasiones, el rencor termina somatizándose en el cuerpo dando lugar a enfermedades inexplicables y que tienen que ver con ese sentimiento tan negativo que se arrastra y se mantiene en el interior.

Sin embargo, seguir odiando c uando todo ha pasado y no soltar ese dolor que otros han provocado, será un arma de doble filo. Un arma que se volverá en su contra y que a la única persona a las que hará daño será a sí mismo. ¿Por qué se querría hacer este daño a sí mismo? El rencor reside en el propio interior y, realmente, no se transforma en ninguna acción más que en deseos de que las cosas le vayan mal a la otra persona o de malas caras que se le ponen. No va más allá. El odio se lo queda todo para sí mismo y si no lo suelta, sufrirá. Es necesario tener en cuenta que no se pueden controlar e l comportamiento de los demás, pero si está en propias manos permitir que ese dolor le llegue a afectar o no. Por otro lado, hay que tomar en cuenta que sentir ira, rencor y odio de modo incontrolado esconde siempre unas carencias emocionales evidentes. Tras esos sentimientos se esconde siempre un niño, es decir, una persona inmadura e irreflexiva, con una falta de tolerancia a la frustración y totalmente temeroso.

Sobre el Perdón

El perdón, se define como el acto de disculpar a otro por una acción considerada como ofensa, renunciando eventualmente a vengarse, o reclamar un justo castigo o rest itución, optando por no tener en cuenta la ofensa en el futuro, de modo que las relaciones entre ofensor perdonado y ofendido perdonante no queden más o menos afectadas. Perdonar es aprender a «dejar ir» para reinventar un nuevo «yo» que asume el pasado pero que se ve con fuerzas para aprovechar el presente.

El perdón no debe confundirse con el olvido de la ofensa recibida. Tampoco perdona quien no se siente ofendido por lo que otras personas considerarían una ofensa. Tampoco perdona quien deja de sentirse ofendido tras las explicaciones del presunto ofensor que hacen ver la inexistencia originaria de ofensa alguna.

El perdón es obviamente un beneficio para el perdonado, pero también sirve al que perdona (que también está interesado en ver recompuestas total o parcialmente sus relaciones con el ofensor y en ocasiones cumple al perdonar una obligación moral o religiosa) y a la sociedad, pues contribuye a la paz y cohesión sociales y evita espirales de venganzas, motivo por el que religiones y diversas corrientes filosóficas lo recomiendan.

El perdón es un proceso continuo a lo largo del tiempo y puede tardar en completarse, por lo que requiere un compromiso por el propio interés, con el pensamiento de querer lo mejor para la otra persona, aunque sea solamente que recapacite y no vuelva a hacer daño a nadie o deseando que le vaya bien en la vida, etc.

Perdonar o pedir perdón son opciones personales que no necesitan de la colaboración de la otra persona. El perdón es la piedra angular de cualquier relación, ya sea de pareja, de amistad, comunitaria, siempre se debe ser capaz de ampliar el sentido de comprensión y nuestra capacidad de perdón. Por lo que, perdonar es una de las mejores capacidades y virtudes que desarrollar como seres humanos.

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