La Independencia de Panamá de Colombia

IV Parte
  • lunes 23 de diciembre de 2019 - 12:00 AM

Eran ya visibles los planes de independencia cada vez más comunes en las tertulias de café. Se respiraba un aire enrarecido por un hecho que pronto se consumaría en la independencia; pero, franca e irremisiblemente, el proyecto todavía estaba ausente de esa cohesión de grupo, ya que hacía falta las armas para defender la revolución. Es decir, a esa estrategia civil débil le hacía falta el contenido militar y ese era el lado más vulnerable del movimiento. Además, a los colombianos no se les expulsaría con proclamas, lo cual llevaría abortar el movimiento.

La insurgencia civil reconoció, tardíamente, ese elemento fundamental. ¿Una revolución sin milicias? ¿Una revolución con arengas de pasillo sería un suicidio? Aquí es donde la historia ha carecido de interpretación analítica y se ha viciado con una alabanza que si se amerita es prudente darle el mérito a quien realmente se lo merece. Ya se había probado la represión al diario opositor el Lápiz, y la paliza a su propietario José Sacrovis Mendoza con la consecuente destrucción de su imprenta y la persecución contra el periodista Rodolfo Aguilera, luchador en la guerra de los Mil Días. Y contable también el hecho de que el general José Vásquez Cobo, sin simulación, había robado 25,000 pesos a la administración de Hacienda, incluyendo el fusilamiento de Victoriano Lorenzo y el rechazo del Tratado Herrán Hay, lo que avizoraba un drástico final.

Es constante, en nuestra historia, él repudió al militarismo, pero en este momento la excepción del caso sería romper las reglas. Así sucedió cuando hubo un acercamiento prudente, meticuloso y frío al general Esteban Huertas, quien narra en sus Memorias ese acercamiento y las palabras condescendientes recibidas por José Agustín Arango cuando Huertas se dirigía al hotel Central. Agustín le dijo lo siguiente: ‘diciéndome algunos que ya sabían que me iban a cambiar de Panamá, para la frontera de Venezuela y que de Colombia vendría un gran ejército con el fin de invadir y dominar todo el territorio del Istmo. Yo les dije –aunque si lo sabía– que hasta la fecha no se me había comunicado nada pero que todas maneras tendría que cumplir las órdenes superiores', (Huertas p. 51). El general Huertas en los encuentros sucesivos desconfiaba del Dr. Amador.

Las referencias de Huertas del 1 de noviembre de 1903, donde Pastor Jiménez y Zachrisson le comunicaron que el Dr. Amador lo esperaba en el Hotel Central. Asegura Huertas que al llegar al hotel notó al Dr. ‘Amador sentado se puso de pie y notando que estaba un poco nervioso', (Huertas p. 52). El Dr. Amador le comunicó los planes de la independencia. A lo que el general Huertas le respondió: ‘fuera lo que fuere lo haría siempre sin ambiciones, pero no me comprometía a nada porque había tiempo para pensar en ese asunto tan delicado', (Huertas p. 53). En tanto el grupo de los juntistas mantenía comunicación con los Orodaste L. Martínez, Juan Antonio Enríquez, Carlos Clement, Rafael Neira, José Lefevre y Porfirio Meléndez.

Alerta ante el peligro dejaron de utilizar el telégrafo y la misión de llevarla información sobre los planes trazados en Colón se le encomendó a Aminta Meléndez, quien escondió dentro de su ropa los mensajes. Hubo entonces juego de cambios y jalones de manos con el fin de nivelar el poder a la lejana madrastra Colombia, o arriesgar el pellejo a la insurrección. En ese inciso torcedera de brazos y amagos de falsa amistad también otros patriotas históricos caso del Dr. Belisario Porras, intelectual, orador, escritor y militar de la Guerra de los Mil Días, él desde el 18 de julio de 1903, en un diario del Salvador, escribió en el ‘CONSTITUCIONAL,' cuando se encontraban en el exilio, lo siguiente: ‘El Istmo de Panamá, sujeto hoy a la ruta de las ambiciones norteamericanas, ajeno a su propia dirección, impulsado por hombres pequeños y temerosos, ajeno a su propia dirección, que no saben ni defender sus derechos…'

‘Los norteamericanos han tenido dominio absoluto del Istmo… que consideran en cierto modo una prolongación de la línea costera de los Estados Unidos, y los istmeños CON TEMOR DEBEMOS COMPRENDER EL PELIGRO QUE ENTRAÑA PARA NUESTRO PORVENIR ESTAS PRETENSIONES NORTEAMERICANAS. EL TRATADO HERRÀN HAY NO LIMITA LAS AMBICIONES Y PROPOSITOS NORTAMERICANOS, SINO ABRE LAS PUERTAS POR COMPLETO A LA DOMINACIÒN NORTEAMERICANA. ‘(Porras. P. 10) Era la ilusión del beneficio económico o la sujeción al imperio. Igual Diógenes De La Rosa escribió: ‘Los Estados Unidos no pueden permitir que el dominio futuro del Canal caiga en manos de una potencias europeas', (De la Rosa p. 29). Esto significa que los medios de defensa, seguridad y dominio continental eran prioritarios para los Estados Unidos. Sin embargo,. Porras no quería que: ‘ninguna bandera extranjera sea plantada en nuestro territorio', (p. 11).