Heroica madre: salvó a sus cuatro hijos de las llamas

El amor de una madre pudo más que el temor a la muerte. Historia.
  • jueves 08 de diciembre de 2016 - 12:00 AM

ENTREGA

La noche del 25 de septiembre de 2014, un intenso fogaje despertó de pronto a María Cedeño, de 27 años, quien dormía con sus cuatro hijos en un viejo colchón, en su casa ubicada en San Pablo, en Chilibre. Eran las 11 de la noche.

María abrió los ojos y lo primero que vio fue una llamarada que consumía en cuestión de segundos el colchón y que llegaba hasta el techo de la vivienda.

En ese momento, María escuchó una voz que le decía que se levantara, que se iban a quemar sus hijos.

‘¡Auxilo! ¡Auxilo!', gritó desesperada , pero sus gritos se esfumaron en el viento: nadie la escuchó. Intentó abrir la puerta, estaba cerrada y las llamas no la dejaban coger la llave.

Dicen que las madres están dispuestas a dar la vida por sus hijos y eso hizo María: Se acordó de que tenía unos tablones que usaba para tapar la cama de las goteras del techo y los llevó hasta allá. Ocultó a tres de sus hijos detrás de los tablones, pero como ella no cabía ni su hijo de un año tampoco, no lo quedó más remedio que protegerlo con su cuerpo para que las llamas no lo alcanzaran.

María logró salvar a su hijo, pero la candela hizo estragos en sus brazos, piernas y espalda. El niño solo sufrió algunas quemaduras en las piernas, pero no graves.

El ángel que salvó a María y sus hijos fue su hermano, quien llegó y logró sacarlos de la pequeña habitación.

Cuando los bomberos llegaron y los pusieron a salvo, la piel de María se desprendía y le dolía cuando la tocaban. Al principio pensó que también se había quemado la cara porque la sentía caliente, pero por fortuna no fue así.

Fue llevada al Hospital Santo Tomás, en donde permaneció en un mes y una semana en coma.

Causas

El fuego se inició cuando del techo cayó una gota de agua sobre una roseta de luz, lo que produjo un corto circuito, y la chispa alcanzó unas ropas que guindaban en el cuarto, que luego cayeron sobre el colchón donde dormía María con sus cuatro pequeños.

Cicatrices que duelen

La tarde que la fui a visitar María estaba sentada con sus hijos en la sala de su casa viendo televisión. Vestía un pantalón corto y suéter sin mangas. En sus piernas y brazos se notaba la huella dejada por las llamas. En las paredes de la habitación había papeles pegados con varias citas bíblicas.

Desde que María se salvó de morir quemada con sus cuatro hijos está más entregada a Dios y ahora tiene una célula cristiana que se reúne en su casa cada cierto tiempo.

–Gracias a Dios estoy viva, él me dio otra oportunidad de vivir– dice María.

Cuando recuerda la angustia que vivió aquella amarga noche, María no puede evitar llorar y durante todo el transcurso de la entrevista no dejó de derramar una lágrima.

–No quisiera que nadie viviera lo que yo viví, no se lo deseo nadie– comenta con la voz quebrada mientras sus tres hijos la miran y la abrazan.

María sigue sufriendo. Dice que hay noches que se despierta con miedo y levanta a sus hijos. Luego se da cuenta de que no está pasando nada.

Su vida se ha vuelto difícil. El dinero apenas le alcanza para alimentar o vestir a sus cuatro hijos. Sobrevive con la ayuda que le dan sus hermanos, pues el padre de sus hijos apenas se asoma a la casa. Vive sola, en medio de su pobreza.

–Yo quisiera trabajar, pero no puedo. Cuando me pongo ropa me empieza a picar la piel– comenta sobre su difícil situación económica.

–Yo quisiera que me ayudaran con alguna ropa para mis hijos, es todo lo que pido– dice esta mujer, que puso en peligro su vida para salvar a sus cuatro hijos.