- lunes 02 de diciembre de 2019 - 12:00 AM
Cuando los liberales se compactaron en una nueva estructura militar con el fin de crear un ejército regular estaban latentes las diferencias. Reinaba un clima de desconfianza entre liberales radicales, campesinos sin tierra, indígenas, pequeños comerciantes y liberales pacifistas como el Dr. Pablo Arosemena. La salida de la revolución liberal se puso entre dicho. Mas, con sumiso acuerdo, los ánimos y diferencias bajaron de tono. La acción sorpresiva de los liberales fue el enfrentamiento el 20 de enero de 1902, cuando la nave del ejército conservador Chucuito y la Boyacá se enfrentaron con la nave liberal Almirante Padilla.
Iniciado el combate los cañonazos de la nave Almirante Padilla golpearon seriamente al Lautaro y las esquirlas destrozaron el cuerpo del general Carlos Albán. El general Lucas Caballero reseñó el combate: ‘Dicho vapor después de nutrido fuego, sostenido por fuertes de Panamá como Chiriquí y del vapor Chucuito, lo vemos consumirse presa del voraz incendio', (Memorias p. 117-118). Los combates prosiguieron en San Carlos y la decisión de Herrera fue la toma de Aguadulce, lo que motivo que el general conservador Francisco de Paula Castro se dirigiera a Los Santos para respaldar al general Ortiz, ante la posible embestida de Aguadulce con el fin de evitar el corte de la entrada a esa población.
Sin mucha resistencia los liberales se tomaron Chame y Antón a lo que llevó el 23 de febrero de 1902, continuaron el ataque contra los conservadores que se encontraban en el cerro Vigía. La nueva táctica de los liberales, al mando del general Julio Plaza y Heliodoro Vernaza, consistió en apoderarse de la población de Pocrí. La estrategia se dirigió a concentrar las tropas en la línea del ferrocarril y realizar el ataque Aguadulce. La artillería liberal inició el ataque ante los conservadores en trincheras de las calles de Aguadulce.
Pasada casi media hora ‘la artillería colocada en buenos sitios comenzó a hacer sus destructores efectos, el enemigo atrincherado en Aguadulce propuso la capitulación', (Caballero. Memorias p. 117-118) La avanzada liberal continuaba y dieron un golpe en San Pablo. Y el 2 de marzo de 1902, Quintero Villarreal se enfrentó a las fuerzas conservadoras comandadas por el coronel Duque. A mediados de abril el general Benjamín Herrera despacho fuerzas hacia Bocas del Toro, al mando del coronel Ramón Buendía y el teniente coronel Marco Henao. Para el 17 de abril de 1902, los liberales habían desbandonado a los conservadores en río Grande.
En circunstancias favorables se dieron, a pesar de ese avance militar, las divisiones y se gestaron los disgustos de Dr. Carlos A. Mendoza y el Dr. Porras, que presentan su renuncia por diferencias surgidas en Aguadulce. Ante lo sucedido Herrera quedó al mando de la guerra y sometió al Dr. Porras a un consejo de guerra y sentenciado a muerte. En estas circunstancias desfavorables, Porras se escapa de la cárcel.
Mostrando un decidido desarrollo de los encuentros bélicos con la rendición de la cañonera Boyacá y la toma de Poso Azul, ya para el 25 de agosto el general conservador Berti aceptó que era imposible mantener la resistencia en el sector de Aguadulce y optó por la capitulación. Mientras tanto, la indiada de Victoriano Lorenzo luego del escape de Porras, presumiblemente había aceptado la dirección de Herrera. Pero persistía la diferencia entre ambos. Más los liberales Vernaza, Nieves y Mina seguidores de Victoriano Lorenzo presionaban en contra de Herrera por la determinación de fusilar al Dr. Porras.
El triunfo liberal ya no era cuestión de discusión ni de incontrastables argumentos. Era una realidad inequívoca y la lucha había triunfado por los curtidos soldados y los indígenas. Por eso, el odio conservador ardía y el racismo se levantaba como espectro infernal sobre los campesinos patirrajados vencedores en la contienda, ante la rebelión contra las injusticias de los hombres de levitas y empolvada imagen a la usanza europea. Pero en este escenario bélico, apareció un nuevo actor para ser el árbitro de la lucha doméstica: los Estados Unidos quien seguro harían cumplir su aprobada Ley Spooner de junio de 1902, para construir el Canal por Panamá.
Ahora entendemos el porqué los yanquis no intervinieron en el desastre del puente de Calidonia. Ahora sabemos cuál era su objetivo: jugar con cualquiera de los contendientes en armas para lograr sus propósitos imperiales y colonizadores. La amenaza de Estados Unidos se consumaba en la amenaza que si los liberales cruzan la línea del ferrocarril intervendrían. Ese pasado de arbitraje e insulsa palabrería de la defensa de la democracia por los Estados Unidos que, en rapas consorte expuso Monroe, hizo su repelente sanción.
Una masacre de proporciones dantescas donde los alegatos más republicanos y humanos se convertirían en teorías de alquiler sin sentido para la bandera de las barras y las estrellas. Y llegó la hora de la imposición imperial. Liberales y conservadores, reunidos en el barco de guerra de los Estados Unidos, firman el Tratado de Paz de Wisconsin el 21 de noviembre de 1902 dando fin a la guerra.