- viernes 25 de octubre de 2019 - 12:00 AM
En el artículo anterior, hemos visto la forma y los elementos que constituyen la fiesta en la ciudad colonial de Panamá en el siglo XVI y el XVII. Recordemos que en esa época, cuando se asienta la ciudad de Panamá la Vieja, la cultura se abocaba a la modalidad barroca que se manifiesta en las actividades festivas bajo el sincretismo de lo pagano y religioso que asume un rasgo particular en la sociedad colonial panameña. Esta vez, vamos a enumerar las diferentes fiestas que se producen en esa época y que sientan las bases de la identidad del ser panameño que con el tiempo asume una forma particular de las fiestas que vemos en la actualidad.
Hay que destacar que las fiestas barrocas en la ciudad colonial de Panamá es el resultado del espíritu de la contrarreforma que, como en la pintura de Hernando de la Cruz que hemos mencionado en el artículo anterior, cumple la función no solo de exaltar a la monarquía, sino de darle un sentido religioso a la vida dura y sacrificada que exige un esparcimiento bajo la Ideología Barroca de la Contrarreforma que asume una forma de control social. En la cultura y literatura españolas se mantuvo ese rasgo medieval con el renacimiento y barroco, que se traslada a Castilla de Oro o el Reino de la Tierra Firme. Por ello, los españoles festejaban como costumbre luego de las victorias militares y solían poner los nombres de los santos a regiones descubiertas como Santa María La Antigua.
Las fiestas las organizaban la administración colonial y la iglesia mediante las manifestaciones artísticas y populares. El criollo panameño se manifiesta su identidad cultural a través de diversas actividades festivas no solo en el aspecto religioso, sino en la danza, salomas, décimas, tonadas de tambor entre otras manifestaciones, mientras que los que ostentaban el poder financiaban las fiestas barrocas de espíritu religioso de tinte barroco.
Entre las principales festividades religiosas se pueden mencionar La advocación a la Inmaculada Concepción, patrona de la ciudad nueva que se celebró el 8 de diciembre, y cuyo origen es de Lima, Perú. Este acontecimiento cultural religioso se celebraba cada año con mucho esplendor en la ciudad de Panamá. En los comienzos del siglo XVII, la Compañía de Jesús promueve las virtudes de Nuestra Señor Madre de la Concepción. Según Molina (2019), ‘fueron las fiestas conmemorativas a la Inmaculada Concepción como una de las actividades de promoción religiosa que mayormente se adentró en el espíritu cultural del panameño'. En esta fiesta, que era muy esplendorosa, participaban personas de todos los estratos sociales con procesiones solemnes con el acompañamiento de músicas, luminarias cantos, misas, vigilias, prédicas. Cuando se produce la decadencia económica de Panamá La Vieja por efectos de la destrucción por Morgan, en 1671, se mantuvo la dotación económica para la celebración de la fiesta de la Inmaculada Concepción.
En 1680, se nombra como tutelar del Reino de Tierra Firme al patriarca San José, lo cual se celebró con luminarias y festividades. Dicha consagración se esparció en los pueblos del interior que tomaron a San José como su patrono, como San José de Bugaba, San José de Tolé, San José de Montijo, San José de Pesé y San José de David. Fiestas estas que actualmente todavía se celebran en el interior del país, aunque había otras fiestas religiosas dedicadas a San Jorge, Santa Bárbara, San Anastasio y Santiago. También fueron fiestas obligatorias la Pascua de Resurrección, el lunes de Cuasimodo y sobre todo el Corpus Christi. Este último es importante destacar en el sentido de que tuvo su impacto en sus inicios en la ciudad de Panamá La Vieja que era un calco de la tradición hispalense o limeña. Participaban artesanos y artistas, aunque desfilaban también maestros y oficiales de carpintería, leñateros, sastres, pintores, peones, indígenas negros y afromestizos. En esta fiesta había elementos festivos como los gigantes, la tarasca, danza de diablicos y parrampanes y música religiosa.
Un aspecto de carácter ideológico y político señala Molina que ‘en algunos retablos de las iglesias coloniales del Panamá profundo, como en Natá, Veragua, La Villa de Los Santos y Dolega y, específicamente, en las puertas de los sagrarios, se acostumbró a tallar la iconografía del águila bicéfala, escudo monárquico de los Habsburgo, lo que indica sobre esa metodología barroca de dominación, pues en un plano subjetivo de representación religiosa era también un culto didáctico de identidad con la monarquía, en su simbología de poder, lo que el feligrés cotidianamente percibía en esta fiestas religiosas. De esta forma, las fiestas barrocas en el Panamá Colonial del siglo XVII si bien servían como esparcimiento y al descanso del cuerpo, por los ajetreos cotidianos del hombre de esa época, era un instrumento ideológico cohesionador que reflejaban los valores medievales de la lealtad al rey y la fe religiosa.