El Panamá de ayer y de hoy: Independencia o Estado mediatizado I PARTE
- jueves 07 de noviembre de 2024 - 12:00 AM
La escena del Panamá de hoy se observa como una pintura de aparente modernidad en la pujante región metropolitana. Pero, ¿qué tan cierta es esta imagen? Visto desde un prisma de sinceridad y con una amplia visión del hombre común, sentimos una fractura en nuestra conciencia. Lo real es que Panamá sigue siendo la estructura geográfica de un centro geopolítico.
Bañada por dos océanos, Panamá ha sido víctima del robo y saqueo por potencias extranjeras, con la confabulada excusa de algunos imperios, cuya salvación ha sido restaurar la democracia en el país. Así, hemos vivido desde la época colonial bajo un régimen señorial que abandonó a Panamá a su suerte pasajera cuando el rey Carlos III cerró en 1749 la Universidad de San Javier, la única en la colonia.
Hacia el final de la colonia, los comerciantes de la zona de tránsito le dieron la espalda a Simón Bolívar. Este grupo social abrazó al imperio español. Sin embargo, tras el triunfo del Libertador, el poder de la aristocracia citadina se plegó a él en una estrategia de conveniencia. Mientras tanto, en Los Santos, el alcalde Julián Chávez y el grupo de Segundo de Villarreal, en Cabildo Abierto, declararon nuestra independencia el 10 de noviembre de 1821. Así comenzó la rebelión contra España, mientras los terratenientes de Veraguas, como José de Fábrega, aún vitoreaban al rey. Sin embargo, la tormenta patriótica del pueblo, en las puertas del ayuntamiento, cerró el paso a los conservadores. En esta situación, un miembro de la Junta, presionado, firmó el Acta de Independencia de Veraguas el 1 de diciembre de 1821. La población, entusiasmada, le dio su apoyo y lo felicitó con el tradicional abrazo.
Los comerciantes, fortalecidos y en una posición ventajosa, declararon la independencia el 28 de noviembre de 1821. Los pequeños propietarios y campesinos de Los Santos fueron derrotados por la élite citadina. En su libro, el prócer Mariano Arosemena, con expresión insensible, escribió sobre el campesinado santeño: “el movimiento santeño es irregular y deficiente.” Los veragüenses, que parecían derrotados, intentaron sumarse a la revolución. Los terratenientes, aún indecisos y liderados por Fábrega, mantuvieron su oposición a la independencia. Finalmente, el coronel Fábrega, en un acto de arrepentimiento y maquillada oposición a los españoles, tomó el mando del ejército tras el 28 de noviembre de 1821.
Unidos a Nueva Granada, nada positivo cambió, a pesar de los intentos del general José Domingo Espinar (1830), los alzamientos de 1831 y el fallido levantamiento armado del general Tomás Herrera (1840). Las guerras y revueltas fueron el itinerario del Estado Federal de Justo Arosemena hasta la derogación de la Constitución por Rafael Núñez, incluso después de este acto antidemocrático.
La Guerra de los Mil Días (1899-1902) culminó con la intervención de Estados Unidos, amparados en el artículo 35 del Tratado Mallarino-Bidlack. La sombra del imperialismo estadounidense pasó silenciosa, sufriendo el revés del Tratado Herrán-Hay, hasta que el 7 de mayo de 1903 los norteamericanos aprobaron el tratado para construir el canal. Colombia rechazó el acuerdo.
A lo largo del siglo XIX, Estados Unidos combatió y deshizo los levantamientos armados istmeños contra Colombia, sirviendo como fiel gendarme para proteger los intereses colombianos en Panamá. El panorama cambió cuando los cañones callaron. Estados Unidos, traicionando a Colombia, siguió la premisa maquiavélica de que “el fin justifica los medios” y se unió al fracasado ingeniero Felipe Bunau-Varilla. Esto llevó al Dr. Manuel Amador Guerrero, ideólogo del Partido Conservador, a viajar a Estados Unidos y enviar a Tomás, Constantino Arosemena y José Agustín Arango el frustrante mensaje: “Desesperado.”
Mientras los partidos Conservador y Liberal se disputaban el poder en un forcejeo ambicioso, el ambiente tenía un olor a traición y horror. La fracción del Partido Conservador en Panamá sacó su espada, aunque algo desgastada, mientras el proletariado del arrabal de Santa Ana mantenía su apoyo al liberalismo.
El 3 de noviembre surcaron las aguas del istmo las flotas colombiana y estadounidense. Con 500 soldados, Colombia pretendía restaurar el orden y asegurar su dominio sobre Panamá. Sin embargo, los barcos de guerra de Estados Unidos también intervinieron. Esta fue la última jugada de Estados Unidos: traicionar a Colombia y apoyar la independencia de Panamá. Consumado el apoyo, el general colombiano Esteban Huertas arrestó a los generales Tovar y Amaya, recién llegados en tren desde Colón. Esto marcó el punto de no retorno en la separación de Panamá de Colombia.
Con el respaldo tácito de los Estados Unidos y sin posibilidad de refuerzos, la resistencia colombiana se desmoronó, y el coronel Eliseo Torres con los bolsillos llenos de dinero sale en retirada hacia Colombia. La intervención estadounidense consolidó el movimiento y el 3 de noviembre de 1903, Panamá declaró oficialmente su independencia. Así, la nación nacía bajo la sombra de un nuevo poder extranjero, cuyas influencias marcarían profundamente.