El incidente de la tajada de sandía (II parte)

Los hechos ocurridos, posteriormente, fueron reinterpretados por los representantes de los Estados Unidos
  • miércoles 16 de abril de 2025 - 12:00 AM

En las investigaciones realizadas, se destaca el testimonio de Miguel Abrahm. En su declaración, afirma ser carpintero, de 25 años, soltero, natural de Parita y residente en la ciudad. Señala que el 15 de abril se encontraba en la Ciénaga, y relata que un americano tenía una pistola en la tienda de Manuel Luna. Él la tomó por el cañón y evitó que el americano disparara.

Siguió señalando que: “Se abrazó con el dicho americano, y entonces le cayeron encima los otros americanos que estaban ahí, en unión de aquel. Luego, cuando el declarante logró quitarle la pistola y salirse del cerco de los americanos, salió huyendo y ellos detrás... Se metió en una casa.”(Gaceta del Estado de Panamá, 26 de abril de 1856)

Otro investigador llamado José María Burbua, de 24 años, también carpintero, amplía la siguiente declaración: “Que le consta sobre los hechos... Presenció que, en el lugar referido, varios americanos armados corrían detrás de un paisano que estaba vendiendo por ahí varios artículos. A los pocos momentos, sintió un tiro y luego vio que varios hijos del lugar corrieron... Oyó el declarante decir que al que perseguían los americanos lo habían herido... y vio el exponente que, desde la casa de McFarland, los americanos arrojaban tiros de pistola a los hijos del país.”(Gaceta del Departamento de Panamá, 26 de abril de 1856)

Los norteamericanos que iban rumbo a San Francisco, al percatarse de la llegada de paisanos enfurecidos por el atropello, decidieron refugiarse en las oficinas del ferrocarril y empezaron a disparar a la población civil. En ese instante, debido a la confusión de los empleados de la compañía, abandonaron el lugar.

El pánico y confusión se apoderaron entre los norteamericanos y a los hijos del país y llegó al extremo de que un norteamericano al “ocultarse detrás de un mostrador de una tienda y otro de sus compañeros, viéndolo oculto se molestó por esto y lo acometió descargándole un tiro: que lo dicho es verdad.” (Gaceta del Departamento)

Los hechos de los disparos continuos contra la población fueron confirmados también por Pedro de Obarrio, comerciante de 27 años, quien relató que los norteamericanos se encontraban apertrechados en la casa de la compañía. Escuchó detonaciones de fusiles y cruzó un tramo entre la multitud con el fin de llegar hasta donde se encontraba el Gobernador. En conjunto, el Gobernador, Obarrio y Teodoro de Sabla intentaron avanzar hacia el edificio de la Compañía. Se dirigieron por una callejuela, pasando por los bohíos, en dirección a la casa de la compañía, acompañados por algunos gendarmes. Al acercarse, observaron a tres hombres que les dispararon con sus revólveres de forma tan rápida que no pudieron dar más de seis pasos. Uno de los disparos alcanzó a Obarrio un poco más arriba de la ingle.

El silbido de las balas sobre las cabezas era continuo y seguido Teodoro de Sabla recibió dos balazos y otra le penetró el sombrero del Gobernador. Esto motivó que el Gobernador se retirara debido a que: “la herida que acababa de recibir fuera de mucha consecuencia.”

Los hechos ocurridos, posteriormente, fueron reinterpretados por los representantes de los Estados Unidos, quienes acusaron a los habitantes locales de haber provocado el motín de forma premeditada. Sin embargo, las indagatorias preliminares ofrecieron una versión diferente.

En la sesión de investigación, compareció también Frederik Clare, un joven de 23 años, soltero, protestante y natural de Jamaica, quien era empleado del Ocean Hotel. Clare observó lo siguiente: “varios pasajeros y algunos otros con fusiles”. Luego añadió: “Creo que eran armas de la Compañía Americana, porque los pasajeros no acostumbran a llevar fusiles.” En este escenario traumático, de proporciones insólitas, lo que se destaca es el uso de las armas de fuego por parte de los norteamericanos.