El candidato
- miércoles 08 de mayo de 2024 - 2:25 PM
Es la última gira del candidato que ha prometido convertir al país que une las américas en una tacita de oro, decía el diario Digital News, de New Yersey.
El aspirante, vestido de camisilla blanca de botones dorados, se propuso una oratoria basada en sus planes y proyectos que harían realidad la noticia.
Su visión de concretar una gestión de economía en cascada dejaría caer dólares como lluvia sobre las palmeras de Kuna Yala y los arrecifes de Ustupu, Aligandí y Narganá, hasta llegar a Puerto Obaldía, se tornarían verdes como un manto de papel moneda.
Para el aspirante político, la acogida que tenían sus palabras era una premonición de ese algo de cacique que palpitaba en su corazón y el hecho de aquel recibimiento de vivas en cada pueblito, en cada esquina, le daba dimensión a sus promesas de campaña.
Lo esencial de aquella visita era que el candidato de la alianza invisible e indivisible, podría mejorar las ideas que inspiraron a Milton Friedman de la Escuela de Chicago.
Su proyecto, una vez concluído, sería un ejemplo de excelencia política y, sin duda, sería copiado por otros líderes en las tierras del sur, justamente en donde mora el cóndor y también más allá, en la Patagonia.
La emoción que sintió al ver el respaldo de la gente de todas las edades, lo convenció de montar sobre su cabeza un sombrero de paja de tejido artesanal, el que adornó con cinco coloridas plumas de guacamaya que representaban cada año de su previsto gobierno.
Como una experiencia útil y generosa tomó esa sesión de volteretas que el piloto hizo con el bimotor Cessna, para evadir una tormenta en pleno mes de marzo. Eso, se dijo, imprimió un sello de valor y riesgo a este periplo proselitista en las islas. A no dudar, pensó, sumaría a los ya pocos indecisos con que contaba su propuesta.
Ordenó que se tomaran una y otra foto, que no se quedara ninguna escena sin evidencia gráfica. Igual orden se aplicó a los camarógrafos para los que no habría descanso sino al final del periplo.
Aquello era un entorno que le resultó encantador porque la naturaleza vista en ese mar plácido, donde el sol resplandecía, combinaba con perfección con los saltos de alegría de todos y todas a la vez. Aquí, los niños y niñas jalando globos alusivos a la alianza, allá, sus madres y padres, los abuelos y abuelas, con su atuendo multicolor. Al asomarse para ver la multitud abigarrada sobre una arena luminosa y de un gris de cristales, cayó al piso una obra que leía al inicio de su viaje. “El arte de seducir a la gente en las redes sociales”.
Había subrayado los párrafos de mayor impacto en él. “Hace treinta años el debate entre políticos y electores era unidireccional, hoy el mensaje es presente con ciento cuarta caracteres. Además, es corto, creíble, emotivo, repetitivo y genera conversación en la red”.
Del autor, se decía en el prólogo, cuenta entre sus credenciales con haber asesorado las campañas mediáticas de los recientes presidentes electos de Argentina y Ecuador.
Volvió a la realidad. Las vivas le hacían ver la imagen de hombre de camisilla blanca con botones dorados. Una banda tricolor le atravesaba el pecho. ---Sí, a no dudar, se parece a mí, se decía.
El candidato bebe una chicha fermentada a base de maíz y caña de azúcar, es un homenaje a la tradición. Tres sorbos fueron acogidos por su paladar, ya anochecido de promesas y abrazos compartidos.
En la noche, el candidato duerme. Susurra un viento arenisco y una voz tenue despierta sus oídos:
--Aquí en Guna Yala, todos ser bienvenidos....--- ¡Na!.
Profesor de Periodismo de la Universidad de Panamá